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El Banco de Japón pide más incentivos contra la crisis y Greenspan cree que puede empeorar

La economía mundial vuelve a ponerse al rojo vivo. El Banco de Japón reconoció ayer que el paquete reactivador del pasado abril (16,7 billones de yenes, unos 18 billones de pesetas) es insuficiente, y reclamó ampliarlo, para salir de la grave recesión tras un semestre récord en quiebras y paro. Al poco, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, advertía ante el Senado del "riesgo significativo" de empeoramiento de la crisis y de su incidencia en la economía de EE UU, que reducirá crecimiento al 3% o 3,25% este año tras el 5,25% del primer trimestre.

Washington

Alan Greenspan, el todopoderoso presidente de la Reserva Federal de EE UU (banco central), considera que el enfriamiento de la economía será positivo para controlar la inflación. Pero Wall Street reaccionó con caídas, que provocaron a su vez descensos en las bolsas europeas. Madrid tuvo una pérdida de 10 puntos y el impacto fue mayor en Wall Street. Al cierre, el índice Dow Jones registró un descenso de 105,56 puntos (1,14%), hasta 9.190,19.

Antes de su discurso ante el Senado, la Bolsa de Nueva York había iniciado la sesión claramente al alza. Y es que el informe mensual del Banco de Japón viene a legitimar las propuestas de nuevos estímulos a la demanda interna lanzadas —con muy ligeras diferencias de matiz— por los tres candidatos a gobernar el país. Uno de ellos será elegido el viernes presidente del hegemónico Partido Liberal Democrático por la cúpula de esta formación y luego proclamado primer ministro por la Dieta.

El ambiente está económica y políticamente caldeado. EE UU está ejerciendo fuertes presiones -diplomáticas y mediáticas- para forzar a que Japón adopte la senda de la reactivación y el liderazgo económico de la región, pues el impacto de la recesión erosiona la coyuntura norteamericana. Lo reconoció Greenspan: "Hemos presionado a las autoridades japonesas para que tomen medidas eficaces que estimulen su economía, y creo que reconocen la urgencia de la situación", afirmó ayer.

Poco antes, el banco central japonés se había apuntado al objetivo reactivador. Postuló la inyección adicional de dinero público en la economía en forma perifrástica. "La positiva influencia del paquete sobre la demanda privada será previsiblemente limitada, y es difícilmente esperable la transición de la economía hacia una recuperación sostenida", rezaba el comunicado. En realidad, sólo servirá para "evitar el empeoramiento". Al presentar el informe, el gobernador, Masaru Hayami, repitió esos términos: "La economía japonesa se ha deteriorado aún más, y no se vislumbra aún una inmediata recuperación", afirmó. Traducido: las medidas de abril servirán, en el mejor de los casos, para no agravar la recesión, pero si se quiere reactivar la economía hay que incrementarlas.

Una visión dramática

El informe es dramático. "La economía en conjunto está decreciendo; la situación laboral y de los ingresos se han deteriorado; las perspectivas empresariales son bajas, dada la débil demanda interna; el nivel de existencias se mantiene alto y se acelera el declive de la producción industrial", reza.

Ante ello, el Consejo del Banco del Japón acordó, informó Hayami, mantener su laxa política monetaria, que ha mantenido desde septiembre de 1995 el tipo de interés en el 0,5% anual.

El gobernador reconoció que anteriormente el banco central había pecado de optimismo, "infravalorando el impacto de los cambios en la economía". Otras instituciones han puesto el dedo en la llaga todavía más.

Así, la Agencia de Planificación Económica destacaba el estancamiento del consumo privado; el peor desempleo desde la Segunda Guerra Mundial, un 4,1%, y la "todavía peor situación que afrontan las pequeñas empresas". Según su encuesta, la confianza empresarial cayó desde 38 puntos negativos en marzo a 49 en junio. Y las ventas de automóviles de los cinco grandes (Toyota, Nissan, Honda, Mazda y Mitsubishi) cayeron en el primer semestre entre el 11,3% de Mazda y el 19% de Mitsubishi.

Todos estos datos alcanzaban eco en Washington. El riesgo de que la crisis asiática (con epicentro, pero no mayor gravedad, en Japón), que ya se desenvuelve en "condiciones preocupantes", se agrave todavía más, es "sustancial", alertó Greenspan. Esta crisis es "un factor importante de ralentización de la demanda en EE UU", que ha visto reducir sus exportaciones a la región.

Y aunque ello contribuya a contener la inflación -al importarse productos asiáticos más baratos por la devaluación de las monedas de la zona-, conlleva para EE UU y los otros países industrializados consecuencias "inciertas", indicó el presidente de la Reserva Federal. Greenspan aseguró que en su país se dan "las condiciones para que siga el crecimiento con inflación baja", entre el 1,75% y el 2% y que la economía atraviesa una "muy buena forma".

Pero, en seguida, afirmó que "la posibilidad de que la aceleración se acelere es probablemente mayor que el riesgo de una excesiva ralentización de la economía", debido al "bajo desempleo actual". Y advirtió, en consecuencia, que si la economía no se enfría -es decir, no desacelera su ritmo de crecimiento-, será necesario subir los tipos de interés para lograrlo.

Quedó planeando la incógnita de en qué medida el planteamiento del zar de la Reserva hacía de la necesidad virtud. Es decir, si trataba de convertir el menor crecimiento ya registrado en el segundo trimestre en EE UU respecto al primer trimestre (en que alcanzó un soberbio 5,4%, con un paro del 4,3%), que tanto preocupa a la Administración estadounidense, en algo positivo. Pues para crecer en todo el año en torno al 3,25%, habiéndolo hecho al 5,4% en el primer trimestre, los restantes no deberían alejarse mucho de la senda de un escueto 2%. O si, simplemente, ejercía su función como severo guardián de los precios.

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