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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El zar bielorruso

LA DECISIÓN de Estados Unidos y la Unión Europea de prohibir la entrada en su territorio al presidente de Bielorrusia y a su estado mayor (más de un centenar de cargos en total), oficializa la guerra fría entre Minsk y Occidente, a la que ha conducido la grotesca actitud del presidente Alexandr Lukashenko. Los antecedentes del enfrentamiento, que puede tener consecuencias graves para este país de diez millones de habitantes emparedado entre Rusia y Polonia, se sitúan a finales de junio, cuando varios embajadores europeos y el de Washington abandonaban Minsk después de que el Gobierno se incautara virtualmente de sus residencias. Al presidente se le había quedado pequeño el complejo de Drozdy, a las afueras de la capital, en el que comparte vecindad con numerosos diplomáticos. Pretextando reparaciones en la zona, anunció a los representantes extranjeros que debían hacer las maletas y trasladarse. Al aviso siguieron cortes de agua, luz, gas. Luego, el éxodo.Bielorrusia es un Estado nacido formalmente en 1991 tras la descomposición soviética y organizado políticamente como una democracia. Ésa es la letra. La música la compone el presidente Lukashenko, un hombre que, pese a tener tan sólo 43 años, siente fuertes añoranzas estalinistas y ha conseguido, desde que fue elegido en 1994, evaporar cualquier atisbo de sistema democrático: el Parlamento sirve únicamente para poner el sello a sus decisiones, los partidos existen más como siglas que como cauces de expresión política y una prensa en manos del Estado se encarga de orquestar el culto a la personalidad del jefe, que utilizó un referéndum en 1996 para prolongar su reinado hasta el año 2001. Bielorrusia, un fidelísimo aliado de Moscú, ha cambiado muy poco desde los tiempos soviéticos.

Minsk tiene poco que ganar con este pintoresco desafío. Su economía estatificada se desliza por un tobogán a la misma velocidad que su rublo. Sus relaciones con Europa y Washington están bajo mínimos por la degradada situación política y el escaso aprecio por los derechos humanos de Lukashenko. La UE, que el año pasado ya redujo en dos tercios su ayuda a Bielorrusia, prepara nuevas medidas contra régimen tan singular, todo un embrión de desestabilización regional.

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