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"Un consejo a Fujimori: no intente reelegirse"

Javier Moreno

La conversación, el pasado 5 de junio en el palacio presidencial en Lima, resultó breve y reveladora:-Lo llamo para hacerlo primer ministro.

-Señor, yo soy un demócrata.

-Yo también lo soy.

Con ésas, Javier Valle Riestra, de 66 años, salía de entrevistarse con el presidente Alberto Fujimori convertido en dos cosas: primer ministro de Perú y el mayor enigma político del país en los últimos años.

Hasta ese día, este abogado constitucionalista, que se autodefine como de izquierda, había estado, con claridad, del lado de la oposición: el régimen de Fujimori es antidemocrático, la saña y la frecuencia con que se violan los derechos humanos espanta a los biennacidos y el intento del presidente de optar de nuevo a la reelección resulta intolerable.

A partir de ese día, Valle Riestra, ya como primer ministro, seguía sosteniendo, minucias aparte, exactamente lo mismo. Añadía además que su misión era "democratizar Perú". Y no pasaba nada. El probado autoritarismo de Fujimori parecía haberse esfumado, y la oposición comenzó a hablar de pastel: el presidente se lava la cara y utiliza a Valle Riestra para ganar tiempo, desviar críticas y preparar la reelección. Pastel o no, casi todos en Perú (incluyendo al propio Valle) están de acuerdo en una cosa: o hace un gran papel, o un gran papelón.

"Sí claro. El gran papel es tener éxito en la democratización", reflexiona el primer ministro en una conversación con EL PAÍS en la residencia del embajador peruano en Madrid. "El papelón para mí es fracasar y quedarme; fracasar y convivir; fracasar y prostituirme".

En boca de un primer ministro, todo esto suena extraño. Valle Riestra, de hecho, resulta extraño: recibe al periodista solo, sin ningún ayudante y pregunta constantemente a los demás qué opinan sobre lo que va diciendo. Una actitud poco frecuente entre miembros de un Gobierno. En general, su relación con el poder parece lejana y algo artificial: "Vamos a ver si puedo tener éxito en este empeño", afirma, nada menos que a propósito de su intención de "derogar una serie de leyes anticonstitucionales y antidemocráticas" que lastran la imagen de su país. Pero lo dice como desde fuera, como si el primer ministro no fuese él. La misma impresión se reproduce cuando se le pregunta por Fujimori, por sus verdaderas intenciones, por el personaje debajo de la máscara autoritaria.

"Por lo poco que lo he tratado", comienza Valle Riestra, "su perfil no es el de un demócrata; es un tecnócrata. Pero ama Perú. Si no comete el error de reelegirse, se irá con un gran éxito; voy a luchar para que no intente la reelección, voy a luchar para que derogue la ley [que le autoriza a un tercer mandato consecutivo], no [sólo] por inconstitucional, sino porque hay que saber retirarse a tiempo".

Quizá Fujimori sepa retirarse a tiempo, pero mientras se lo piensa, lo que ha hecho ha sido atornillarse a la silla presidencial con toda minuciosidad desde el punto de vista legal: ha promulgado una ley que le autoriza a presentarse de nuevo en el año 2000, ha despedido a los jueces del Constitucional que se oponían a sus tejemanejes y ha modelado el Tribunal Electoral a su gusto.

Aún así, Valle Riestra insiste en darle un margen de confianza. "Me parece que la decisión final de Fujimori va a ser la no reelección; ésa es la intuición que tengo yo, y si hay que darle un buen consejo: no intente reelegirse".

Pero la gran sospecha persiste: el presidente utiliza al primer ministro, antiguo militante de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fundada por Víctor Raúl Haya de la Torre, para convencer a sus conciudadanos (y de paso al resto del planeta) de que Perú es un país democrático en el que todo el mundo (empezando por el primer ministro) dice lo que quiere, incluso en contra del presidente, y aquí no pasa absolutamente nada.

Algo de eso parece confirmarse cada vez que Valle Riestra reproduce una de sus conversaciones con el presidente, a quien comienza a considerar un apostol de la democracia, versión andina, visto que no le regaña por sus heterodoxas opiniones (un tanto escandalosas para la cultura política peruana):

-Oiga presidente, tratándolo, veo que es usted un demócrata.

-Cómo me encantaría que usted lo pudiera decir en público.

El caso es que Valle Riestra dice estas cosas en público. Y cada vez que sucede, Fujimori se apunta un tanto. La estrategia, de momento, sale adelante, pero el programa del primer ministro para sus primeros tres meses es claramente incompatible con la política que Fujimori ha desarrollado en los últimos años y constituirá la auténtica piedra de toque de Valle Riestra: o el presidente traga, Perú se convierte en democracia en una especie de transición acelerada y el país se prepara para elegir a otro presidente, o se despide al primer ministro y su nombramiento se revela como una gran estafa.

La lista impresiona. "Devolver facultades plenas al fiscal de la nación; derogar la ley que interviene las universidades; derogar la ley que desnaturaliza el referéndum; derogar la ley que permite la reelección", así como una amplia amnistía que incluya a la decana del Colegio de Abogados de Lima y ex magistrada del Constitucional, Delia Revoredo, y a su marido, hoy en el exilio por oponerse a la reelección de Fujimori. "La ley de amnistía la voy a redactar yo mismo", remacha Valle Riestra. Pero ya pasó un mes desde su nombramiento. Le quedan dos.

¿Y si no le dejan? "Si no logro éxito, no puedo quedarme; no basta con las palabras, con los buenos intentos frente a lo que pide la sociedad". Se irá sin alharacas, confiado en que la simple dimisión deje claro ante el mundo que, efectivamente, Perú no es todavía una democracia. "No puedo convocar a un somatén si fracaso; no puedo salir dando una puñalada trapera. Simplemente me voy en silencio, fracasé". Otoño es la fecha límite.

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