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FERIA DE SAN FERMÍN

Estos insaciables pegapases

Se ponían a pegar pases y no acababan nunca. Los tres espadas eran unos insaciables e incombustibles pegapases. Quizá no tuvieran conciencia de ello pero se ponían insoportables. Que al final alguno se llevara una oreja nada tiene que ver. La fiesta está del revés, como cuando le dan vuelta al calcetín. Si se precisa que el calcetín es sudado, la figura retórica habrá alcanzado su cabal intencionalidad.La mutación de la fiesta se nota mucho en la concesión de trofeos. Desde sus orígenes hasta hace algunos años los trofeos se concedían en correspondencia con la emoción y el disfrute que hubiesen proporcionado las faenas de los toreros. Llegada la modernidad, en cambio, como las faenas suelen ser aburridísimas, la única oportunidad que tiene el público de disfrutar y emocionarse es pidiendo la oreja. Lo normal es que pida dos, y si se tercia, también pida el rabo. Y luego que saque a los toreros por la puerta grande. El titular habitual de las noticias de agencia suele decir: "Los tres espadas abrieron la puerta grande de Perujina del Formoso".Y de semejante tenor fueron las dos orejas que hubo en la tarde, una para Javier Vázquez, otra para Manuel Caballero, por el orden que se acaba de decir. Claro que apenas habían empezado a mostrarlas en sus nada triunfales vueltas al ruedo, la mayoría del público ya se había olvidado de los pases que dieron y hasta de las razones por las que había hecho la petición.

Guardiola / Caballero, Tato, Vázquez

Toros de Salvador Guardiola Fantoni, muy desiguales- cerca de 700 kilos-, con trapío, encastados y nobles; 3º bravo y pastueño. Manuel Caballero: estocada caída y rueda de peones (silencio); estocada caída, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (oreja con escasa petición). El Tato: dos pinchazos, estocada delantera caída, rueda de peones -aviso- rueda de peones, descabello, pinchazo y estocada corta atravesada baja (silencio); pinchazo hondo atravesadísimo -primer aviso- dos pinchazos hondos atravesados, rueda de peones, dos descabellos -segundo aviso-, tres descabellos y se echa el toro (palmas, pitos y almohadillas). Javier Vázquez: estocada y rueda de peones (oreja); estocada corta atravesada(palmas). Plaza de Pamplona, 9 de julio. 5ª corrida de feria. Lleno.

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En el caso de Manuel Caballero ni siquiera hubo esa petición -unas docenas de pañuelos mal contados-, lo que no impidió al presidente concederla. El presidente, por lo que pudo apreciarse, ni tenía afición, ni conocía el reglamento, y además la chistera -en Pamplona los presidentes llevan chistera- le caía fatal. La chistera, encima de la cabeza del presidente, parecía una chimenea. Le sentaba como a un Cristo dos pistolas.

Vinicos y meriendas

La verdad es que, en Pamplona, las orejas importan poco. Eso era antes, cuando había aficionados y los mozos de las peñas se lo pasaban igual de bien que ahora con sus vinicos, sus meriendicas y sus canciones pero prestaban atención al toro y al toreo. Ahora los mozos están a cantar y bailar, lo mismo balancean el Vals de Astrain que entonan convertidos en inmensa masa coral La chica ye-yé, y la fiesta de los toros únicamente les sirve de excusa para estar allí. Afortunadamente la gran sanferminada conserva su carácter de Feria del Toro, gracias al empeño de la Comisión Taurina de la Casa de Misericordia -que la organiza- y el toro que sale posee trapío, apenas se cae , tiene el comportamiento propio de su raza, que es muy difícil de ver en otras plazas.Los Guardiolas, sin ir más lejos, constituyeron un auténtico lujo, para lo que se lleva; embestían encastados, desarrollaron bravura, y ninguno se cayó. El dato es muy elocuente . Según ciertos taurinos (y los que se creen sus historias para no dormir), los toros se caen por exceso de romana, y resultó que de los lidiados en Pamplona, aun pesando cerca de 700 kilos -una barbaridad- no se cayó ninguno.

La encastada nobleza fue otra de las características de esta magnífica corrida de Guardiola, con un tercer toro que tomó con prontitud, bravura y fijeza tres puyazos, galopó recrecido durante el tercio de banderillas y embistió pastueño a la muleta. Lo toreó Javier Vázquez. Es un decir, porque Javier Vázquez, indudablemente animoso, no se ajustó en ninguna suerte de las que se consideran fundamentales -derechazos y naturales incluidos- y para cortar la oreja recurrió a los rodillazos, los circulares, los pases de espaldas, las manoletinas en su versión bernardina.

Manuel Caballero, que había hecho un toreo monótono y vulgar al primero, cortó la oreja del cuarto después de una faena ventajista, interminable, plúmbea, en la que no ejecutó con fundamento suerte alguna. Javier Vázquez intentó repetir en el sexto las superficialidades de su premiada faena y si no se aburrió el personal fue gracias a los mozos de las peñas que se pusieron a cantar Paquito el Chocolatero.

El Tato no tenía su tarde.

El Tato no daba una. Pretendía torear tumbado, aliviándose con el pico de la muleta, y le salía un churro. Pegapases vocacional y torpón, le endilgó una manta de derechazos y naturales malos al boyante Guardiola que hizo segundo, y al manejable quinto le aplicó un trasteo desastroso. Se metía en el costillar y el toro lo sacó de allí pegándole un volteretón. Incapaz de templar, sufrió desarmes y manejó con tanto desacierto la espada que de poco le mandan los tres avisos.

Los pegapases: esa plaga.

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