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Reportaje:

Guerra Santa contra la televisión

El régimen islámico de los talibán da dos semanas a los afganos para que destruyan sus antenas y aparatos

Llevaba año y medio prohibida, viviendo en la clandestinidad, pero ayer se abrió definitivamente la puerta del corredor de la muerte: todo televisor existente en Afganistán debe ser destruido en un plazo de dos semanas. Y con ellos, los vídeos y las antenas parabólicas.El régimen de los talibán (en pastún, "los estudiantes") abrió su cruzada contra la televisión en cuanto se estableció con el control del país, pero el ingenio de los afganos consiguió alargar su ocaso: la veían en secreto, empleando ruedas de bicicleta, ventiladores eléctricos y utensilios caseros para construir antenas de bricolaje que les permitieran recibir las ondas hercianas de los países vecinos.

El mercado negro también contribuyó lo suyo. Cientos de comerciantes seguían importando clandestinamente antenas de televisión de los países del golfo Pérsico, que algunos teleadictos escondían en depósitos de agua.

La idea de erradicar el parque catódico en 15 días proviene del Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Supresión del Vicio, y la pondrá en práctica su brazo ejecutor: la policía religiosa. Ambos trabajan estrechamente desde que los talibán se hicieron con el poder de Afganistán en septiembre de 1996, después de dos años de guerra civil. Su principal encargo es modelar la actitud y las costumbres de su pueblo de acuerdo con la interpretación que hacen del Corán.

"Las películas y la música conducen a la corrupción moral", razonaba el locutor de La Voz de la Sharia (ley islámica), la radio de los talibán. La particular visión del islam que ejercen los dirigentes afganos no sólo ha conducido a que se prohíba la televisión y se ordene su desaparición. La vida en Kabul, la capital afgana, se ha convertido en una continua prohibición. Las primeras en padecerlo son las mujeres, que llevan a diario sobre su piel el símbolo de la ley tálib ("tálib" es el singular de "talibán"): el burka, prenda que les cubre de los pies a la cabeza. La confección de otro tipo de ropa femenina está prohibida, y al empresario que ose retar la ley le espera la cárcel. Las mujeres con gafas y asma se quejan porque el burka les impide ver y respirar adecuadamente, y los médicos sostienen que han aumentado las enfermedades oculares y los atropellos que sufren en la calle.

Las mujeres afganas carecen del derecho a hablar en público; de callejear sin acompañantes, excepto en algunos barrios de Kabul; de trabajar fuera de casa, salvo en hospitales; de acudir a la escuela y a la universidad, y de acceder a los hospitales en igualdad de condiciones que los hombres. Las dos últimas prohibiciones fueron avaladas por la ONU el pasado 13 de mayo. Las Naciones Unidas firmaron un memorándum de colaboración con los talibán afganos en el que se otorga a los hombres la prioridad para estudiar y recibir cuidados médicos.

También fue víctima del régimen tálib la comisaria europea de Ayuda Humanitaria, aunque no por razones de sexo. Emma Bonino y un grupo de observadores y periodistas fueron detenidos en septiembre de 1997 por fotografiar a mujeres afganas. Las leyes de los talibán asocian las fotografías con la idolatría, y están tan perseguidas que pueden acarrear el cierre de un comercio si las exhibe en su escaparate.

Las organizaciones humanitarias son las que sufren ahora el acoso: recibieron un ultimátum de la milicia islámica, el pasado día 2, para reagrupar todas sus actividades en la antigua escuela politécnica de Kabul, un edificio en ruinas muy cerca de la línea del frente.

Esta decisión de los talibán ha propiciado una serie de contactos entre las organizaciones humanitarias, la Comisión Europea y las agencias de ayuda humanitaria de Naciones Unidas con vistas a estudiar su retirada de Afganistán durante el verano si los talibán persisten en una actitud que califican de intervencionista.

Pero los talibán son enormemente prolijos en regular todo lo que atente contra su concepto del bien. Para erradicar la música han prohibido incluso la venta de cintas, aunque se pueden conseguir trabajos de artistas indios bajo cuerda. Lo que ya no se venden son sus vídeos musicales: en dos semanas no quedarán televisiones en las que verlos.

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