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Reportaje:

Santa Cruz de la mala memoria

El pueblo donde 100 hombres abusaron presuntamente de una deficiente mental ya no quiere saber nada del caso

Amaya Iríbar

En los bares de Santa Cruz de la Zarza (Toledo) hace tiempo que no se habla de los casi cien vecinos que fueron llamados a declarar ante un juzgado de Ocaña por haber abusado sexualmente de una muchacha de 14 años deficiente mental. Hace tres meses la denuncia puso a este pueblo en las pantallas de televisión y en todos los periódicos. Y a muchos de sus 4.800 habitantes deseosos de contar las aventuras de la menor y su familia, "muy conocida y muy humilde", según una vecina. Ahora la muchacha vive en un centro de acogida de Toledo, el secreto pesa sobre el sumario abierto y el pueblo sólo quiere olvidar."La niña ya no está aquí". Estas palabras le bastan a una de las trabajadoras del Ayuntamiento, gobernado por la socialista Amanda García Carrillo, para pasar página sobre el caso. Y es cierto que desde que los padres de la menor perdieron la patria potestad por la denuncia y la joven fue trasladada a un centro de acogida de la Consejería de Bienestar Social de la Junta de Castilla-La Mancha los ánimos se han calmado en Santa Cruz. Las mujeres han vuelto a confiar en sus maridos y nadie molesta ya ni a los padres ni a los cuatro hermanos de la menor.

Su casa, en una de las estrechas calles de la parte alta, permanece, sin embargo, cerrada. Nadie contesta. Algunos dicen que la madre, señalada con el dedo por suministrar a su hija anticonceptivos y por no poner freno a un asunto que "todo el mundo sabía en el pueblo", ha perdido su trabajo de limpiadora. De su padre, pastor, no saben nada. Son sus hermanos los que mantienen informados a los profesores del colegio Eduardo Palomo sobre la nueva vida de la menor. El claustro está dolido por que se dijera entonces que la menor no estaba escolarizada. Aunque sufre cierto retraso, no ha perdido ningún curso (hasta que abandonó el pueblo estudiaba 3º de secundaria). De hecho fueron los profesores quienes se dieron cuenta de que la muchacha llegaba "muy nerviosa" los lunes. Cuando comenzó a faltar a clase, alertaron a los servicios sociales.

El pueblo ha dado por cerrado el caso, aunque el juzgado de Ocaña que lo instruye aun no se haya pronunciado. "Es la palabra de una niña tonta contra cien hombres respetados", afirma un vecino de unos 40 años que como todos los demás no quiere que se sepa su nombre. Él no cree que el juicio llegue a celebrarse nunca, y defiende a los hombres que supuestamente abusaron de la menor porque "putas las ha habido siempre y las seguirá habiendo".

No es una opinión unánime: "Si la niña tiene culpa, los hombres tienen más", sostiene una mujer mientras espera el autobús, el pueblo desierto por el calor. Para ella lo importante no es lo que hizo la muchacha sino que sea menor de edad: "Se aprovecharon de ella y de su retraso y lo tienen que pagar", sentencia.

La cuestión divide a Santa Cruz. Y para la mayoría lo peor es que la historia se supiera. Ahora se alegran de que todo empiece a olvidarse, en parte gracias a un nuevo percance: una estafa de 34 millones de pesetas que ha afectado a varios vecinos.

Hasta que empiece el juicio, el pueblo seguirá como siempre. Viviendo del vino, de los quesos, de las fábricas de muebles y, sobre todo, del campo. La muchacha, sin embargo, está "mejor que nunca". Se lo dijo su hermano a uno de sus profesores: "Ahora ya es una señorita".

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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