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Crédito en alza

Nicolás Redondo, en su presentación como candidato a lehendakari, apuntó su compromiso con una política más demandada por la base electoral de su partido y de la sociedad, asegurando que los acuerdos electorales sólo irían en la línea de normalizar la vida política en el marco constitucional y estatutario, como única garantía de convivencia en pluralidad y democracia. Entonces, el que ordena en el partido mayoritario de la coalición gubernamental (y en el propio Gobierno, como se ha comprobado en la solución impuesta al lehendakari para conformar el Ejecutivo vasco hasta las próximas elecciones) respondió con amenazante displicencia que podían subir el tono del frentismo nacionalista que venía orquestándose desde que ellos mismos echaron por la borda los acuerdos de la Mesa de Ajuria Enea tras los sucesos de Ermua. Estamos hablando de aquel compromiso de conformar el único "frentismo" que era políticamente sensato y razonable, el del pluralismo democrático que aglutinaba nacionalistas y no nacionalistas frente al oscuro mundo político de ETA-HB, asentado en el asesinato y la coacción de la violencia terroristas. Pero aquel atisbo de esperanza quedó inmediatamente roto y comenzó una secuencia de frentismo nacionalista con las conjunción nacional sindicalista de ELA-LAB, con posiciones de marcado contenido político antiestatutario. Siguió con las inauditas declaraciones del propio lehendakari en relación con la sentencia sobre la Mesa Nacional de HB. Y continuó en el Parlamento vasco con la Comisión de Derechos Humanos, en una frívola y gratuita publicidad en torno a una imposible excursión a Estrasburgo y la votación con enmiendas de HB a la Ley del Deporte. Y por fin el "blindaje" de las conversaciones HB-PNV, un compromiso que aparece como el impermeable político para la sangre que derrama ETA a su antojo. Con todo eso, aun dejando al margen la política comunicativa en los medios públicos, cuyo cariz manipulador deja atónito a cualquier neutral observador, aderezado con un mayor impulso de HB en el frente (y valga la redundancia) institucional, donde simbólicamente más se juega el referente del marco legal que ampara las reglas del juego democrático, no había más salida que la ruptura. Se trataba de demostrar lo que por otra parte venía siendo evidente, que la condescendencia hasta ahora no ha servido para rebajar la crispación de la sociedad vasca, ni para paliar las políticas tendentes a esa división, que han sido provocadas exclusivamente por una parte. Precisamente la que, sin mejor alternativa al consenso social que permite el Estatuto de Autonomía, se ha lanzado a un aventurerismo cuya máxima expresión es esta afección de irlanditis. Nunca una obsesión por una referencia ha generado tanta lata política y provocado discursos tan inútiles como negativos. En una liga de despropósitos analíticos sobre el Ulster-País Vasco, los nacionalistas llegaban a la final con toda seguridad. Léanse los panfletos de "sana envidia", y rueguen a San Patricio que las piras eclesiásticas de aquellos lares sirvan para dar luz a los que encargan encuestas locales. Ciertamente, Nicolás Redondo tendrá que mantener el compromiso de que los acuerdos de un gobierno vasco de futuro deberán ajustarse a ese criterio que, como síntesis contemplaría, el contenido del eslogan "Gobernar para todos. Defender la democracia". Es decir acatar la Constitución, ser fieles al Estatuto emanado de ella y a la pluralidad de la sociedad vasca que no queire crispaciones frentistas. Esta es su apuesta y tendrá que mantenerla. Ha ganado crédito autocomprometiéndose seriamente para el futuro, después de las elecciones autnómicas. Ha desatado ante el incrédulo y áspero desdén de sus socios en el Gobierno unos lazos que ahogaban una política demandada por sus bases y muchos ciudadanos, que esperaban ese gesto aunque se tache de tardío y electoralista. Este gesto que compromete su futuro con una política que, de serle fiel, le honrará a él y refrescará al PSE. Un partido al que tiene que mirar desde ahora, para desatar otros lazos con la misma decisión.

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