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PATRIMONIO

Madrid recupera el Salón Real de la Corte del siglo XVII, restaurado en la plaza Mayor

La ciudad de Madrid recuperó ayer un espacio central de su pasado más glorioso con la inauguración, por parte del alcalde, de la rehabilitación del Salón Real de la Casa de la Panadería, en plena plaza Mayor. Se trata de un ámbito protocolario de primer rango con un salón dividido en dos salas unidas por una arquería que había permanecido cegada bajo un paramento durante décadas. Bajo la dinastía de Austria, tal espacio había sido sede de la Corte, desde donde los Reyes impartían justicia o asistían a las celebraciones en su honor. Pero su perímetro se había perdido. Tras un delicado trabajo coordinado por el arquitecto Joaquín Roldán, ha sido restaurado en su antigua magnificencia.

El Salón Real de la Casa de la Panadería, alhaja del siglo XVII incrustada en la plaza Mayor de Madrid, es desde ayer una estancia magna arrebatada al olvido. La tenacidad de un arquitecto municipal y de un equipo de restauradores, el apoyo de la Empresa Municipal de la Vivienda y la financiación, 55 millones, de la Fundación Caja Madrid han hecho posible la recuperación de este espacio único. Durante siglos, había permanecido fragmentado en estancias inconexas -albergó algunas de las principales Reales Academias- dispuestas conforme a criterios administrativos. Pero, ayer, el dictado de tales lineamientos fue arrumbado y afloró, recobrada su verdadera entidad: la de un ámbito regio signado por una personalidad estética que formó y vuelve a formar parte de la historia de la ciudad. Para recobrarla, se ha dispuesto la rehabilitación del Salón Real a base de los elementos que lo dotaron de su antiguo esplendor. Sobre el suelo de loseta castellana color teja, una alfombra de Morón Medina, en nudo turco, en tonos gris plata, azul y oro cálido, acorde con las dimensiones de la parte anterior de la estancia, diez por seis metros: su precio supera los seis millones de pesetas. Cariátides y ánforas enmarcan una leyenda, alrededor de un escudo real, que informa de los atributos capitalinos: "Muy leal, muy noble, muy heroica, imperial y coronada Villa de Madrid".Los muros del Salón Real exhiben en sus zócalos una azulejería mimosamente restaurada por el equipo del ceramista y conservador Antonio Perla. Los escudos heráldicos de la Casa de Habsburgo, anaranjados y henchidos de cuarteles y toisones, reflejan su riqueza original, confiriendo a la estancia regia un frescor que contrasta con la cálida presencia de entelados de damascos color oro nápoles, "el color de la realeza", apunta un experto, como las grandes cortinas tejidas por Gancedo que cuelgan de los dinteles de las seis ventanas del salón.

Las pinturas al temple de los techos, realizadas en 1673 por Claudio Coello y José Ximénez Donoso, parcialmente repintados por Arturo Mélida en 1901, han sido restauradas por Santiago Serrano y Javier Sellers, en una trama donde, al modo barroco, difícilmente cabe distinguir el saliente real de una moldura de la ilusión óptica de su relieve meramente pintado. Sus escenas hercúleas, sobre tímpanos, han sido retocadas en tonos rosas y grises. Ambas tonalidades cobran su viveza gracias a tres grandes lámparas holandesas de bronce, a las que las empresas Pedraza y Villalba han acomodado reflectores en cristal-plomo. Su luz cae mansa sobre tapices flamencos, de inspiración rubensiana, donde Venus, Adonis, Escipión y Asdrúbal posan enhiestos para la historia, entre soldados y fieras.

Arcos recuperados

Pero la pieza más singular de la recuperada estancia regia es la que componen las columnas clásicas, de orden toscano, y los tres arcos de generosas proporciones. Durante al menos cincuenta años, desaparecieron bajo un muro que las cegaba, impidiendo de tal manera la conexión de las dos estancias que componen el Salón Real. Atrás quedó condenada una saleta destinada a biblioteca, que desde ayer luce su bóveda del XVII, su lámpara de bronce, su alfombra azul suave de delicada cenefa y cuyo techo, que muestra algunas grietas, espera aún ulterior reparación.El hallazgo fortuito de una ilustración en un libro sobre mitología en la pintura del Siglo de Oro permitió a Joaquín Roldán idear nuevamente la disposición de este Salón Real, con sus columnas y arcos recobrados. Pero no sólo se ha rescatado una estructura oculta. La labor de ceramistas, pintores, broncistas, tejedores, mueblistas y arquitectos parece haber permitido restablecer esa atmósfera, densa y arcaica, inundada de gozo y desdicha en la Corte imperial de los Austrias.

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