Espíritus
Hay serias dudas sobre si el espíritu de Ermua está definitivamente liquidado o en suspensión de empleo y sueldo hasta después de las elecciones vascas. La instrumentalización de tal espíritu a cargo del PP lo había dejado para el arrastre y hecho perder su carácter inicial de referéndum social contra el círculo vicioso de la violencia. Ya nadie habla del espíritu de Ajuria Enea, sublimación gaseosa del consenso democrático de todas, absolutamente todas, las formaciones políticas de España y no las de Merimée. Por no hablar del espíritu de los GAL y otras patrióticas guerras sucias que fueron lucrativos negocios para los fantasmas de choque, bajo la consigna Todo por la pela.Pero, a pesar de las evidencias de tanta trivialización espiritual, aún se nos dice quejumbrosamente que los disensos entre demócratas benefician a los violentos, obviedad que no ha conseguido evitarse a sí misma. También se añade, desde la fundamentadísima sospecha de que somos tontos, que, una vez pasadas las elecciones, se recompondrán las alianzas y volverán todos los espíritus, a pesar de que la zafiedad de la batalla electoral no ha hecho más que empezar y de momento ya se ha acusado al PP de sacarle partido a sus concejales asesinados y al PNV de ser poco menos que la fracción Inserso de Herri Batasuna. El escenario propone a veces espectáculos de una ingenuidad ya inencontrable en las representaciones infantiles de fin de curso, como esa ruptura del Partido Socialista de Euskadi con un PNV contaminado de herribatasunismo, un gesto para una inevitable Historia de Oportunismo. Inevitable, porque la tragedia vasca está enmarcada por la casuística del oportunismo, venga de donde venga. Como si la violencia en Euskadi hubiera alcanzado ese grado de enfermedad incurable y necesaria para la supervivencia de investigadores, médicos, curas, farmacias y, naturalmente, laboratorios farmacéuticos.
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