El Festival de Montreux se inicia bajo el conjuro de Bob Dylan
2.000 músicos y 345 conciertos programados
Hace años que el Festival de Jazz de Montreux abrió sus fronteras a todo tipo de músicas contemporáneas. Jazz, rock, blues, soul, músicas electrónicas, hip hop, reggae y una infaltable dosis de ritmos brasileños llenarán hasta el 18 de julio, la 32ª edición de este festival que se inició el viernes con la actuación de Bob Dylan. La pequeña localidad suiza a orillas del lago Leman, se convierte cada año en cita apetecible para un público cada vez más amplio.
La lista de estrellas que acudirán este año incluye también a Van Morrison y B.B.King, además de una noche dedicada al flamenco y a la danza de Joaquín Cortés.El Festival de Jazz de Montreux se abrió el viernes con la actuación de Bob Dylan en uno de sus grandes momentos. Vestido con un traje gris claro y lustrosas botas blancas, se hizo patente desde los primeros minutos en el escenario que estaba en uno de sus días buenos. Su ya proverbial cambio de humor parecía cosa de supersticiones del pasado, quizá porque además la sala Stravinski ofrecía las instalaciones más adecuadas para un espectáculo como el suyo. Cerca de 3.000 personas pudieron ver a este ídolo de la música contemporánea sin dificultad alguna, cómodamente sentados unos y otros muchos de pie, pero con completa visibilidad y una acústica perfecta.
Estos detalles no serían relevantes si lamentablemente no se diera con tanta frecuencia la situación contraria, sobre todo en los escenarios españoles. Bob Dylan tendrá una sola actuación en España el próximo fin de semana en los prados pirenaicos del Doctor Music Festival.
Bob Dylan es una especie de "hombre del tiempo" y el único intérprete de su propia meteorología. Sujeto a los vaivenes de un imprevisible estado de ánimo, se puede esperar cualquier cosa de él. Quizá la inestabilidad climática que hubo a lo largo de todo el día en esta hermosa localidad suiza al borde del lago, contribuyó en parte al espíritu que este gran trovador de la música norteamericana quiso representar sobre el escenario la noche del viernes en Montreux. Después de la tormenta, el ocaso desplegó sobre el paisaje un juego de luces que pintó manchas brillantes sobre el agua e iluminó los picos de las montañas que lo rodean con tintes verdes, impregnados de sombra. Bob Dylan arrastró la sobrecogedora sensación de ese paisaje llevando a su música un clima de serena experiencia, la que da haber superado ya muchas tormentas.
Luminosa malicia
Dylan abordó su concierto como quien respira a todo pulmón el aire limpísimo de la tarde. Las canciones de su último disco Time out of mind brotaron con fluida espontaneidad. Acostumbrado a manipular sus propios temas cada vez que los interpreta, deformándolos y reconstruyéndolos en todas sus versiones, Dylan hizo el viernes una demostración de luminosa malicia, de nítida sabiduría. Parecía contento, totalmente cómodo. Sus breves y precisos movimientos al cantar, invitaban a su público, con alegre economía de gestos, a seguir el ritmo de su música. Porque es casi imposible corear a Bob Dylan. Por más que se conozcan sus temas, este caprichoso creador los estira u acorta según le sale en cada ocasión. Sobre todo en su más reciente trabajo. Él mismo afirmó que Time out of mind es un disco para ser representado, más que para ser escuchado en su aspecto literario o poético. Ni se incluyen las letras de las canciones en el disco, ni se entiende prácticamente nada de lo que canta durante la actuación. Pero eso es lo de menos, los ruidos y balbuceos ininteligibles que emite la garganta de Dylan son parte imprescindible de su estilo.Sin embargo, cuando cogió la guitarra acústica y empezó a recoger algunos de sus mejores temas del pasado, el público sí fue capaz de corear entre dientes los estribillos de esos himnos generacionales como son The times, They"re changing o Mr. Tambourine man. Dueño completo del espíritu cautivo de ese público, Dylan cogió su armónica y se unió a esa fibra sensible que quedaba expuesta a la intemperie con un baile que le daba un aire de duende de la música.
La humedad apretaba y no sólo tuvieron que extraer a dos personas desmayadas de la primera fila del público ante las narices del cantante sino que él mismo, y con expresiones de buen humor, mostraba la marca de sudor en forma de guitarra que mojaba todo el frente de su chaqueta gris. Era la humedad que anunciaba una nueva nube tormentosa. Dylan se acomodó el pelo rizado con las dos manos, pidió otra guitarra y, habiendo llegado el momento oportuno, embarcó a todos los supervivientes en el nubarrón de Love sick, el tema más inquietante de su nuevo álbum.
Una atronadora lluvia de aplausos cerró brevemente la actuación que otorgó un par de bises y el soplo final de Blowing in the wind, que se llevó los últimos ecos de la tormenta musical. Afuera, el cielo quedó limpio y el aire cristalinamente puro.
El Festival de Montreux, creado y dirigido aún con entusiasmo por Claude Knobs, ha llegado a convertirse en un compendio de la actualidad musical internacional. Cada día se desarrollan programas paralelos en los dos grandes escenarios de las salas Stravinski y Miles Davis, además de las continuas actuaciones al aire libre y las sesiones imprivisadas hasta el amanecer en casi todos los bares de la localidad.
Estrellas
Este año el programa prevé algunos interesantes encuentros entre estrellas musicales. La reunión entre Herbie Hancock y los Headhunters, la formación que creó hace 25 años, es una de las más esperadas (día 8). A ellos se ha sumado a última hora Carlos Santana, que actuará como invitado estelar un día antes de ofrecer su propio concierto.Phil Collins y su Big Band también tendrá a su lado una voz de excepción, Oletta Adams (día 14). Los otros dos inusuales encuentros previstos son los de los cantantes de jazz Cassandra Wilson y Al Jarreau (el día 15) y el del pianista Michel Petrucciani con el guitarrista George Benson (día 16).
La noche española (día 13) será la única de todo el programa del festival que incluya un espectáculo de danza. Joaquín Cortés presenta en Montreux su Pasión gitana y un Flamenco All Stars reune a Carles Benavent, Juan Manuel Cañizares, El Potito, Agustín Carbonell, Rubem Daltas y Tino di Geraldo.
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