Ocasión para Nigeria
LA LIBERACIÓN inminente de Moshood Abiola, el más prominente de los presos políticos de Nigeria, anunciada por el general Abdusalam Abubakar, es la más clara esperanza para el maltratado país africano en los últimos cinco años. A tres semanas de la muerte súbita del general Abacha, que ensangrentó el país desde 1993 y lo condujo a su aislamiento diplomático, su sucesor al frente del consejo militar parece dispuesto a rescatar a Nigeria del abismo político.Abubakar ha ofrecido la libertad a Abiola, un rico hombre de negocios musulmán que ganó las anuladas elecciones presidenciales de 1993, a cambio de que renuncie a sus aspiraciones y ayude a las Fuerzas Armadas a entregar el poder a los civiles el próximo octubre. Los partidarios de Abiola, un hombre de 60 años y salud frágil, a quien ha visitado en prisión esta semana el secretario general de la ONU, insisten en que debe ser reconocido como jefe de un Gobierno de transición. Pero eso es indigerible para los militares que mandan, entre los que el propio Abubakar todavía no está consolidado.
En el desquiciado universo político de Nigeria, Abiola -cuya liberación exigen EE UU y la Unión Europea para reanudar su ayuda- exhibe un capital poco común: la legitimidad de su condición de vencedor de unas elecciones que fueron anuladas por el Ejército, junto a la dignidad con que ha soportado cinco años de cautiverio. Ese mismo decoro le llevó a rechazar una propuesta de Abacha para salir libre si renunciaba a su victoria y se retiraba a su casa.
Abubakar, que fue estrecho colaborador del déspota Abacha, ha prometido también poner en la calle a todos los presos políticos de Nigeria. Nadie sabe cuántos son, si cientos o miles, porque los militares han utilizado sistemáticamente los procesos secretos y la intimidación a los tribunales para poner tras las rejas a sus oponentes. Nigeria, la nación más poblada de África (más de 110 millones de habitantes) y potencialmente la más rica (gracias a sus enormes reservas de petróleo), destaca también en corrupción institucional, en el desprecio por los derechos humanos y en la perseverancia de sus regímenes represivos. El país que sufrió entre 1967 y 1970 una guerra civil en Biafra que se saldó con un millón de muertos ha sido esquilmado por sus militares durante 28 de sus 38 años como Estado independiente.
Esta trágica ausencia de experiencia civil y la caótica situación del país, en el que hasta las multinacionales restringen sus operaciones, hacen improbables las prometidas elecciones democráticas para octubre. En Nigeria, como su historia reciente demuestra, las oportunidades no abundan. Sería lamentable que sus líderes civiles desperdiciaran la ocasión de poner a prueba las intenciones reales de la eterna dictadura castrense.
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