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La Pedrera rememora la polémica que originó su construcción

En una viñeta aparecida en L"Esquella de la Torratxa el 4 de enero de 1912, el dibujante Opisso ironizaba sobre La Pedrera. El jueves por la noche en el edificio hubo una fiesta popular en la que se evocó la polémica que suscitó la construcción del edificio.

En muchas de las ilustraciones sobre de la Barcelona costumbrista, Opisso dio un salto más al reflejo irónico de la realidad y convirtió la ciudad en un pretexto imaginativo. El edificio de La Pedrera, objeto de polémica y estupefacción de los viandantes en los primeros años de su existencia, también sufrió de la mano de Opisso una futurista transformación. En una viñeta aparecida en el periódico satírico L"Esquella de la Torratxa, publicada el 4 de enero de 1912 y titulada Garage para Zeppelin aparecía La Pedrera convertida en un aparcamiento de dirigibles. El Centre Cultural Caixa Catalunya, organizador del evento del jueves, quiso transformar su sede en una evocación de aquella viñeta y convirtió su tercera fiesta popular en un canto al propio edificio. El espectáculo La pedrera, mirall d"un segle, que congregó a miles de barceloneses, comenzó con una proyección en pantalla gigante de imágenes históricas que tenían como marco el emblemático edificio de Gaudí: la boda de la Infanta Cristina y Iñaki Urdangarín, las visitas de Franco y Primo de Rivera... La película también repasó las anécdotas del edificio, como la negativa de la familia Milà, que se encargó de la construcción, a cumplir el deseo de Gaudí de coronar el edifico con una virgen, dado el ambiente anticlerical de la época. También hubo un repaso al ensañamiento con que se interpretó gráficamente al edificio desde las revistas satíricas de la época. Una vez finalizada la proyección, la lona que cubría la fachada del edificio descendió para poder contemplar la imagen más plástica y sugestiva de la noche, muy en la línea de los espectáculos de Barcelona 92 y con la inconfundible voz de Constantino Romero. La Pedrera imaginada por Opisso cobraba forma tridimensional con diversos dirigibles que se introducían por las aberturas del edificio. Mientras uno de los zepelines sobrevolaba la azotea otro llegaba por la parte sur del paseo de Gràcia. Un espectáculo bello que dio paso al ritual del bautizo de nuevos gigantes para la ciudad. El sonido de las gralles dio paso al de la orquesta Maravella, que rompió el hielo con el vals El Danubio azul. Para algunos, fue la señal de retiro, para otros el pretexto para balancear el cuerpo, y para otros tantos el inicio de una fiesta.

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