Estigmatizado por el aspecto
He escuchado unas declaraciones, en una rueda de prensa, de una miembro de la tripulación del avión secuestrado hace pocos días por un esquizofrénico que decían que el autor del secuestro tenía "cara de terrorista" (sic).Para tal deducción se basaba en que era muy moreno y tenía un bigote muy poblado. Con estos argumentos, seguramente formulados con ingenuidad, se pone de manifiesto una práctica desgraciadamente muy extendida, como es la de catalogar a las personas basándose en prejuicios y en imágenes estereotipadas que no tienen ningún fundamento racional.
De ahí vienen los temores, miedos, aversiones, odios y rechazos a aquellos a los que consideramos diferentes, y que están en la base de una de las lacras más repugnantes que asolan nuestro mundo contemporáneo como es el racismo, la xenofobia y otros tipos de discriminaciones.
Es triste, y sobre todo muy denigrante para el que lo sufre, estigmatizar a una persona sólo por su apariencia física. Yo, en multitud de ocasiones, en aeropuertos, en pasos fronterizos, o simplemente en paseos rutinarios por la calle, he sido obligado a identificarme ante la policía, en el mejor de los casos, o he sufrido incómodos cacheos o minuciosos registros de mi equipaje. Todo, por la condición de sospechoso que me asigna mi aspecto físico (del que no soy responsable), que me identifica, a ojos de parcos observadores, con colectivos estigmatizados en nuestra sociedad, tales como gitanos, moros o judíos.
El saludable ejercicio del respeto y la tolerancia empieza por juzgar a las personas por lo que humanamente son, y no por la idea preconcebida que desprendamos a partir de su físico, estética, edad, sexo, etnia, condición social, etcétera.-
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