Plaza Mayor, capital de Austria
Retransmisión desde Viena de la ópera 'Fidelio', para festejar la presidencia de la UE
La plaza Mayor, joya arquitectónica del Madrid de los Austrias, fue anoche más austríaca que nunca. No se trataba de un asunto dinástico: la república centroeuropea surcada por el Danubio debutaba ayer como presidenta de la Unión Europea para el naciente semestre. Desde el histórico Congreso de 1814, Viena no había tenido tanto ascendiente continental como el que ayer reestrenaba.Para subrayarlo, Viena quiso irradiar a 15 capitales europeas, señaladamente a Madrid, un espectáculo difícil de olvidar: la retransmisión vía satélite de la ópera Fidelio, de Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827), un canto al amor conyugal y a la lealtad.
La Embajada de Austria en Madrid, que encabeza el embajador Richard Wotava, solicitó de las autoridades municipales la instalación de una pantalla gigante, de 49 cubos, en la más austríaca y principal de las plazas de Madrid. La gran pantalla sirvió para la concurrida retransmisión, desde la Ópera vienesa, de la magna pieza de Beethoven, interpretada con delicado rigor por la Orquesta Filarmónica de Viena y su coro, bajo la espléndida batuta de Peter Schneider. En la trama de Fidelio, por cierto, el malo tiene apellido español: se llama Don Pizarro y mantiene preso a Florestán, a quien custodia Roque, carcelero de alma excelsa y padre de Marcelina, cortejada por un tal Joaquín. La esposa del desgraciado Florestán, Leonor, se disfraza de caballero y se aproxima a su amado como asistente del carcelero bonachón. Marcelina, la hija de éste, que desconoce la identidad real de Leonor, se enamora de Fidelio,tal es el nombre que Leonor adopta, y desdeña el cortejo de Joaquín. Una inspección del ministro del ramo, Don Fernando, deja al descubierto la crueldad de Pizarro, que intentaba deshacerse, a mano, del esposo preso de Leonor; pero ésta, provista de una pistola, lo impide valerosamente y el ministro libera a Florestán. El amor conyugal hace germinar libertad.
El libreto, propio de un crepuscular siglo XVIII, fue traducido al pentagrama por el músico de Bonn, impregnándolo de su bravura moral con una vigorosa progresión de emocionado lirismo. Quizá la energía solidaria que Beethoven irradia, unida a la finura y a la alegría vienesas, inunde el ancho matrimonio europeo de lealtad y concordia bajo la presidencia de Austria. Éste era ayer un ansiado anhelo en la Plaza Mayor.
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