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Pateras

Como el bienestar de unos pocos se construye sobre el malestar de muchos hay quien piensa que el Estrecho se está convirtiendo en la fosa común de los desheredados. Además del famoso proyecto del túnel submarino que uniría el Sur de Europa con el Norte de África, no estaría de más proyectar un museo sobre el horror y la infamia bajo las aguas del Estrecho, donde se exhibirían los restos del naufragio moral de dos sociedades, la nuestra y la norteafricana, que no supieron cuadrar, con honestidad y justicia, el destino de tantos y tantos hombres como allí perdieron sus vidas por intentar mejorarlas. Abdelwahed Radi, presidente de la Cámara de Marruecos, dijo el martes en el Congreso de los Diputados que el flujo de inmigrantes ilegales se debe, entre otros motivos, a la existencia de mucho trabajo clandestino que los europeos no quieren hacer. El tal Radi maneja la razón de las cosas como los trileros de la calle Sierpes las bolitas de sus guirigañas. Porque tampoco sería menos cierto que denunciara, con idéntica contundencia, la desesperación laboral de estos países, donde una clase social acapara todo el bienestar que generan las más populares. Nadie se echa al mar en un cajón de madera si no lo hace buscando lo que no tiene y no le quieren dar en su país de origen. Cuando la única hacienda es la vida, les puedo asegurar que por dulcificarla se aceptan retos tan dramáticos que sólo manejan dos opciones: sobrevivir o morir. Siete de estos inmigrantes ilegales encontraron la muerte el pasado martes en las playas de Ceuta. Mientras que aquí nos disponíamos a calibrar las bajas del confort que producen cada año las operaciones salida, al día de hoy me marean los números de bajas que suman, cíclicamente, las operaciones de ida sin vuelta de las pateras. Salen buscando la vida que no tienen en sus países y encuentran la muerte en un Estrecho amenazador que parece simbolizar la estrechez de voluntades y de miras con la que los gobiernos del Norte y del Sur abordan este problema. El Corán garantizaba a sus fieles que murieran en el combate la segura entrada en el paraíso. No sabía yo que desde tierra de cristianos se iba a poner tanto empeño para que lo lograran.

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