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Intransigencia israelí en Jerusalén

De todos los problemas sin solución de Oriente Próximo, el de Jerusalén se deja para el final. Una vez que se solucione todo lo demás, (...) será posible reconciliar lo irreconciliable. Sea o no verdad, parece claro que una actuación despótica y unilateral para decidir el futuro de la ciudad que israelíes y palestinos reclaman como capital puede dar al traste con cualquier esperanza en un acuerdo de paz. A pesar de ello, Israel, sorda a este razonamiento, está adoptando nuevamente ese tipo de actitud.

En el acuerdo de Oslo, en 1993, las dos partes se comprometieron a no alterar el estatuto de Jerusalén hasta que se negociara su futuro como parte de un acuerdo final. Estrictamente hablando, el estatuto político no se ha tocado; en lugar de ello, Israel ha recurrido a la demografía.(...) Basándose en el principio de que la posesión supone las tres cuartas partes del derecho, Netanyahu parece relegar a los palestinos, como parte débil, a la opción de esperar las migajas que el belicoso Gobierno israelí se digne dejar caer. Y ni siquiera tendrán las migajas si no hay seguridad de que ningún disidente o desesperado palestino pueda atacar a un israelí. (...) Sin la influencia de Washington es probable que los palestinos hubieran sido apartados de la negociación. Pero esa influencia no llega hasta presionar al Gobierno israelí para cambiar una actitud que está borrando del horizonte toda esperanza de paz; hasta que no llegue ahí, el recurso a la violencia es un camino abonado.

26 de junio

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