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Entrevista:

El conflicto

Parece ser que los señores Zaplana y Romero han llegado a un acuerdo para definir la lengua que hablamos los valencianos -quienes la hablamos- sin que aparezcan las palabras fatídicas: catalán o Catalunya. Esta definición vendría a decir, más o menos, que el valenciano "forma parte del sistema lingüístico propio de los territorios hispánicos de la antigua Corona de Aragón". Con este galimatías de querer decir sin decir y, al mismo tiempo, de no decir lo que se querría decir, se pretende dar satisfacción a "unitaristas" y a "secesionistas". Pues muy bien. Si en ello encuentran satisfacción y contento y piensan que puede ser de provecho para la pacificación de las almas exaltadas, pues aquí paz y allá gloria. Luego sucede, sin embargo, que no todos los "unitaristas" aceptan esta fórmula milagrosa ni tampoco todos los "secesionistas". Al menos según nos dice la prensa. Con lo cual, lo que antes eran dos frentes ahora pueden ser cuatro. Y es que, claro, aceptar esta definición no supone otra cosa que un autoengaño mutuo. Los "unitaristas" pensando que están engañando a los "secesionistas" porque no se dice, explícitamente, que el valenciano no es catalán. Los "secesionistas", a la inversa, pensando que engañan a los "unitaristas" porque no se dice que valenciano y catalán son una misma lengua. Es una forma de explicar la cosa, ustedes ya me entienden. Y uno se pregunta: y bien ¿qué provecho va a sacar el vecindario, el contribuyente, en una palabra, el pueblo soberano, de todo este entremés? Porque uno se imagina -quiere imaginarse, en su ingenuidad- que toda esta labor meritoria y difícil que está llevando a cabo el Consell Valencià de Cultura será pensando en el pueblo valenciano y en su beneficio. Aquí parece ser que, según se nos ha predicado por activa y pasiva, el pueblo valenciano está ansioso de conocer -¡de una vez por todas!- qué demonios es la lengua que habla. A no ser que, todo este tinglado del llamado conflicto lingüístico no tenga nada que ver con el interés de los ciudadanos sino el de unos políticos que, con el fomento del conflicto, sólo quieran ganar votos, y de algún que otro medio de comunicación que necesita mantener viva la llama del enfrentamiento para vender más ejemplares y, además, dar rienda suelta a sus infantiles y pueblerinas satisfacciones personales. Como valenciano que vengo cultivando nuestra lengua desde hace más de medio siglo, de la manera más efectiva y amorosa que puede hacerse, que no es otra que hablando y escribiéndola, he de confesar que todo esto del llamado conflicto lingüístico me parece -mejor dicho, tengo la seguridad- que no es otra cosa que un conflicto artificial. A los 19 años, cuando ya llevaba unos cuantos escribiendo lo que se escribe a esa edad, que son versos, y por indicación de mi amigo y paisano, Joan Fuster, les envié unos cuantos poemas a Xavier Casp y Miquel Adlert, con el fin de ver si merecían ser publicados en su Editorial Torre. Era por el curso 1947/48. Recibí una carta de Miquel Adlert en la que me felicitaba por lo bien que escribía "la nostra llengua" y animándome a continuar escribiendo. Aquellos poemas fueron publicados el 1949 bajo el título Ara que sóc ací. Desde entonces, y a lo largo de este medio siglo, he continuado escribiendo, con más o menos intensidad, según las épocas, en aquella nostra llengua siguiendo los consejos de Miquel Adlert. Sigo escribiendo igual -¡exactamente igual!- que escribí aquellos versos por Adlert y Casp publicados y positivamente valorados. Luego resulta que, a estos dos señores -y entonces amigos- se les cruzan los cables y empiezan a decir y propagar el infundio de que aquella lengua, en la que por escribirla, recibí sus felicitaciones, no era la nostra llengua. Esto sucede a partir de mitad de los años setenta. Y comienzan a hacer ensayos de ortografía sobre cómo hay que escribir el valenciano, porque, según ellos han decidido, ante sí y ante la historia, aquella lengua en la cual escribíamos los jóvenes de entonces que en su editorial publicábamos, no es la lengua "que habla nuestro pueblo". Y empiezan a sentar las bases del llamado conflicto que hoy tanto preocupa. Y yo me pregunto, y le pregunto al profesor Grisolía, presidente del Consell Valencià de Cultura a quien el presidente Zaplana le ha hecho el encargo de encontrar solución a este conflicto: ¿qué debo hacer, en este momento? Yo quiero seguir escribiendo en mi lengua. Quiero seguir escribiendo en la prensa y escribir algún libro que tengo entre manos. De ese Consell Valencià de Cultura que usted preside, profesor Grisolía, forma parte uno de mis maestros de juventud, Xavier Casp, que junto con Miquel Adlert, fueron mis primeros editores por escribir muy acertadamente, según ellos, la "nostra llengua". Pero estoy desconcertado, querido profesor. Desde que en 1977, Miquel Adlert publicó un divertido librito titulado En defensa de la llengua valenciana. Perquè i cóm s"ha d"escriure la que es parla, hasta el famoso diccionario que, dirigido por Xavier Casp, publicó la Real Academia de Cultura Valenciana, estos señores han ido variando de opinión cada tres por cuatro sobre como escribir "la nostra llengua". Y, profesor Grisolía, soy una persona de orden y no me gusta salirme de la norma. Debido a los vaivenes de Casp y Adlert, en materia ortográfica, uno ha pensado, ante la inseguridad, refugiarse en lo que dice y enseña la universidad respecto de la lengua. Pero tengo miedo. Como profesor universitario, usted sabe mejor que nadie que la universidad está llena de mindundis y resentidos provocadores. Sobre todo en nuestra Universidad Literaria. La prensa más seria, racional y objetiva de Valencia no deja de denunciarlo cada día. Tengo entre manos un libro y quisiera publicarlo de acuerdo con las normas legales que emanen de ese CVC de su digna presidencia. ¿Cree usted, profesor Grisolía, que vamos a tardar mucho en saber los valencianos cómo tenemos que escribir "la nostra llengua", que decía Miquel Adlert? Me gustaría saber su opinión para no perder el tiempo inútilmente. Muchas gracias.

Francesc de P. Burguera es periodista.

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