Un futuro para Madrid
En este final de milenio asistimos, entre otras, a la crisis de las instituciones que permitieron la práctica de la democracia. Los partidos políticos, los Parlamentos..., incluso los Gobiernos locales, autonómicos o nacionales aparecen ante los ciudadanos con frecuencia devaluados, carentes de sintonía con los problemas que realmente preocupan a la gente. Este desencanto -más sorprendente en España, con un sistema democrático que apenas tiene 20 años- debe movernos a la reflexión, a la autocrítica, pero, sobre todo, a la elaboración de nuevas propuestas.Así, los problemas de la ciudad deben ser abordados y resueltos, de forma interactiva, por los representantes democráticamente elegidos al frente de las instituciones locales y por sus propios electores a través de las organizaciones y asociaciones en las que se agrupen. Madrid no podrá ser nunca una ciudad más habitable, más solidaria y más libre, si no se consigue establecer un pacto entre las fuerzas políticas que se reclamen progresistas y los ciudadanos que no se resignan a aceptar el Madrid actual.
Es urgente dotar de auténtico contenido a los también devaluados cauces de participación ciudadana -aquellos que deberían configurar el consenso sobre las prioridades en la ordenación y en el crecimiento de la ciudad-, y hay que fortalecer el asociacionismo, dando cabida a la opinión de sectores muy diversos en las decisiones cotidianas sobre el funcionamiento de la ciudad: sobre la calidad ambiental, sobre las dotaciones sociales...
El Partido Popular ha contribuido, sin duda, en Madrid a vaciar el planeamiento urbanístico de todo aquello que pudiera limitar los mayores beneficios privados para los propietarios del suelo, especulando incluso con el patrimonio municipal de suelo... y de subsuelo. Así, ha mutilado la posibilidad de intervenir en las decisiones sobre la ciudad a amplios colectivos de mujeres, de jóvenes, de ecologistas, de profesionales... -obsesionado con sacar el máximo provecho para unos pocos, ajeno a la mejora de la calidad de vida de la gente-.
Madrid no es, ni mucho menos, la única gran ciudad europea que sufre el tráfico, la contaminación, la degradación de la convivencia, la creciente marginalidad... Sin embargo, Madrid aparece a la cola de las ciudades que llevan años luchando por ensayar fórmulas nuevas que hagan compatible el bienestar material y el respeto al medio ambiente, que favorezcan al máximo la participación ciudadana y generen una renovada ilusión por la propia urbe. Por eso, Madrid requiere un potente cambio de timón en las prioridades de quienes gobiernan su Ayuntamiento. Un cambio de objetivos para la ciudad, un cambio de personas, un cambio en la forma de ejercer la política local. Acabemos, de una vez, con el dominio de una derecha conservadora que sólo representa los intereses particulares de unos pocos ciudadanos, a los que incluso les causa sonrojo el escaso peso de Madrid en el contexto europeo e internacional. Hay que recuperar la "política" en su sentido primigenio: el gobierno de la "polis" por y para los ciudadanos.
Las primarias son una buena ocasión para analizar las propuestas y los perfiles de los candidatos socialistas. A punto de concluir la campaña, se puede hacer un balance sereno de la misma.
En el caso de Madrid, Fernando Morán se ha mantenido al margen de la práctica de las descalificaciones y ha basado su campaña en una renovada visión hacia el futuro de esta ciudad, aportando al debate una gran frescura en el discurso, síntoma de una esperanzadora juventud de espíritu. Esta forma de actuar, desde planteamientos rigurosos pero abiertos a la innovación, unida a su brillante trayectoria política, merecen toda mi confianza. Apostemos por Morán, apostemos por Madrid.
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