Todo tiene un límite
Por norma general, creo ser una persona que, por la educación que he recibido, siento respeto y hasta cierto punto confío en los demás. Pero también pienso que todo en esta vida tiene un límite y creo que yo he encontrado ese límite.El caso es que hace tiempo decidí que era hora de aprender inglés. Cierto día, leyendo este diario, encontré una publicidad que anunciaba un curso de inglés; parecía a todas luces ser lo que yo buscaba, sin horarios fijos y con una flexibilidad total. Concerté una cita y un comercial muy atento y con mucha labia me convenció para realizar el curso. Sólo debería firmar un contrato, el cual me comprometía a pagar una sustanciosa suma de dinero para realizarlo. Pasados cinco meses, solamente he realizado un nivel, y a
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pesar de su innovador sistema multimedia, la triste realidad es que no he aprendido nada. Lo peor de todo ha sido llegar a la conclusión de que aquello que me vendieron era mentira, problemas para acceder a las clases y falta de infraestructura, pues el local se quedó pequeño para la gran cantidad de gente interesada en acceder a esa academia.
Ahora, toda la simpatía del comercial se ha vuelto desgana, falta de educación y de profesionalidad. Después de horas de espera y varias quejas para ver si puedo rescindir el contrato, todo lo que he recibido por respuesta ha sido un «puedes vender tu matrícula a otra persona si quieres, pero no puedes rescindir el contrato». Una cosa es cierta, y es que esto no se ha acabado aquí; intentaré luchar por lo que creo que es justo y sobre todo por librarme de esa sensación de David luchando contra Goliat que, gracias a estos pretenciosos señores que sólo miran por sus ingresos, me han infundido. -
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