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BARCELONA

Para irse a dormir

Era la segunda corrida de toros del mes de las rebajas en la Monumental, a la espera del anunciado gran banquete de julio. Y la cosa volvió a salir mal, como para irse a dormir.El cartel, planteado como de oportunidad a los modestos, no dio los frutos apetecidos. Y eso que los cinco toros enchiquerados de Justo Nieto tuvieron una presentación irreprochable, bien armados y con trapío.

Con mucha movilidad de salida, acudían con una cierta bravura a los montados, pero en el tercio final se venían pronto abajo, parándose o poniéndose a la defensiva y creando dificultades.

Para colmo de males, el segundo al derrotar de salida en un burladero se rompió el cuerno izquierdo por la cepa y fue devuelto antirreglamentariamente a los corrales.

Nieto / Califa, Ortega, Mariscal

Cuatro toros de Justo Nieto, bien presentados, pero deslucidos. 5º, sobrero de Jódar y Ruchena; 6º de Antonio Pérez de San Fernando. El Califa: aviso y vuelta al ruedo; aviso y ovación. José Ortega: silencio en los dos. Luis Mariscal, nuevo en esta plaza: aviso y silencio; silencio. Plaza Monumental, 21 de junio. Un cuarto de entrada.

Y ya que del ganado se trata, hay que decir que la redacción por parte de la autoridad de la tablilla que da la filiación de las reses a lidiar fue algo demencial en cuanto a las capas se refiere, pues, entre otras cosas, dos astados anunciados como negros eran ostensiblemente berrendos.

El mejor librado de la terna fue El Califa, un califa valenciano, que por algo es el que más ha toreado de los tres este año. Estuvo muy valiente con su reservón y mirón primero, aunque encimista en exceso, y lo mató de pinchazo y una valerosa estocada.

Volvió a justificarse con el cuarto, al que dio, con la diestra, muletazos con mucha cadencia. El toro fue a menos y la faena también. Pinchazo, estocada y descabello. Hubo una no mayoritaria petición de oreja, pero luego nadie reclamó que el diestro diese la vuelta al ruedo.

José Ortega y Luis Mariscal hicieron poco más que matar la corrida. No se les puede negar la buena voluntad, pero ante lotes tan deslucidos, hay que poner en práctica planteamientos lidiadores para justificarse de alguna manera. Ortega banderilló discretamente a su primero y con la muleta no consiguió lucimiento alguno en ninguno.

Por su parte, Mariscal recibió a su primero con un farol de rodillas y lo muleteó con poco temple en el platillo, mientras que el que cerró plaza, un mulo de Antonio Pérez, todo quedó en probaturas, sin poderse confiar.

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