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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Abortos juveniles

ENTRE 1987 y 1994, el porcentaje de embarazos en adolescentes de entre 15 y 19 años ha caído un 39%, lo cual indica que están comenzando a tener efecto los cambios introducidos en los programas educativos para informar adecuadamente a los jóvenes sobre la sexualidad y sus posibles consecuencias. Pero, pese a este avance, en 1994 todavía quedaron embarazadas en España casi 20.000 adolescentes, en el 90% de los casos, sin desearlo.En una sociedad que evoluciona hacia la emancipación cada vez más tardía de los jóvenes y en la que las condiciones de acceso al trabajo y a la vivienda son cada vez más difíciles, un embarazo no deseado antes de los 20 años, e incluso antes de los 25, no sólo puede conmocionar irreversiblemente el proyecto de vida aún incipiente de la joven madre, sino que también puede tener repercusiones muy negativas para el niño. No es extraño, pues, que un porcentaje cada vez mayor de las adolescentes embarazadas recurra al aborto. En algunas comunidades autónomas, como Asturias o Cataluña, el porcentaje supera el 50, y en otras, como Madrid o Aragón, se acerca mucho.

Es evidente que el aborto no es una solución al problema del embarazo juvenil no deseado. Es sólo el mal menor. Lo importante es evitar que se produzca el embarazo, porque una vez que una adolescente ha quedado encinta, cualquiera que sea el camino que tome, tendrá sus costes. Por ello, la primera medida a adoptar es no escatimar esfuerzos para que la información llegue a todos los adolescentes. Y no sólo la información: también los medios para evitar el embarazo; es decir, un acceso fácil a los métodos anticonceptivos. Pese al descenso experimentado, la tasa de embarazos juveniles no deseados es aún muy alta, lo cual indica que subsisten muchas carencias en el ámbito de la información, la educación y la salud pública que deberían corregirse.

Pero tampoco hay que esperar que el embarazo juvenil no deseado llegue a erradicarse por completo. Forma parte de los condicionantes psicológicos de esta edad, muy proclive a la experimentación, no tener una conciencia clara de las consecuencias de los riesgos que se corren. Ocurre con frecuencia que adolescentes perfectamente informadas de cómo deben actuar quedan embarazadas, y es que no siempre logran tener el control suficiente sobre sus propios actos. Conocen el riesgo, pero piensan que a ellas no les ocurrirá. El amor, el placer, la experimentación, son realidades inmediatas; el riesgo de embarazo, el sida, consecuencias lejanas. Y esta diacronía es la causa, muchas veces, de que no se adopten las precauciones necesarias.

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Ante un embarazo no deseado caben tres opciones: quedarse con el niño, darlo en adopción o abortar. Cualquiera que sea la situación de la menor, lo primero que hay que reclamar para ella es la oportunidad de tomar una decisión libre e informada. Porque todas tienen consecuencias. Muchas personas bienintencionadas plantean como la mejor opción continuar el embarazo y dar el niño en adopción, pero los especialistas en psiquiatría advierten que es probablemente la que más secuelas psicológicas deja en la madre. Secuelas que se prolongan durante toda la vida. En cuanto al aborto, tampoco es una experiencia agradable y las adolescentes sufren en este caso, con mayor crudeza si cabe, las insuficiencias de la actual legislación. La mayor parte de estos abortos debe cobijarse bajo el supuesto de daño psíquico para la madre y están al albur de encontrar primero alguien que lo certifique y de que nadie hurgue después en los archivos de la clínica. Una ley de plazos sería, también en este caso, mucho más idónea.

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