_
_
_
_
_

Un espectáculo con entradas gratuitas

La única persona que aceptó explicar las características técnicas de la tercera pista supuestamente acordada no pudo hacerlo porque perdía el avión, según confesión propia. Era un ingeniero aeronáutico que acompañaba al ministro Rafael Arias Salgado. Pudo responder a media pregunta. No tuvo tiempo para media palabra más. La sala donde se produjo ayer un remedo de sainete con más salidas que entradas tenía exactamente 40 sillas. Para acceder a ella era necesario haber sido invitado previamente y haber respondido aceptando la invitación. La mayoría de los presentes tenían relación directa con la aeronáutica o con la negociación. También había una infinidad de miembros de protocolo, de todas las administraciones, cuya función era garantizar que sus jefes tuvieran el sitio adecuado. Pero había dos claras excepciones: el futuro candidato por CiU a la alcaldía de Barcelona, Joaquim Molins, y el presidente del PP catalán, Alberto Fernández Díaz. Ningún otro político del resto de los partidos del arco parlamentario fue invitado: nadie del PSC que no fuera Joan Clos o Xavier Casas; ni de IC, salvo Lluís Tejedor; ni hubo asomo de representación del PI (presente en el Gobierno municipal barcelonés) ni de ERC, partido que ha mantenido distancias respecto al proyecto de tercera pista. Por supuesto, tampoco fue invitado ninguno de los partidos verdes. La oposición de izquierdas ha repetido una y otra vez que el acuerdo escenificado ayer es pura propaganda electoral. Socialistas e IC aducen que CiU tiene necesidad de presentar ante la opinión pública acuerdos con supuesto contenido en obras públicas ante la evidencia de que sus años de apoyo al PP no se han traducido aún en obras que el catalán medio pueda pisar, ni a pie ni en coche. Los acuerdos extrapresupuestarios de 1997 se quedaron en nada en cuanto a inversiones reales. Y el plan del delta, asumido por José Borrell cuando era ministro, aún no ha arrancado y, a estas alturas, seguirle echando la culpa empieza a ser una labor muy ardua. "Es difícil seguir achacando a Borrell todo lo que no se ha hecho en Cataluña desde la época de los romanos", afirmaba el otro día en el Parlament, con no poca sorna, una diputada socialista. El ex ministro, por supuesto, tampoco fue invitado ayer al espectáculo, para el que sólo algunos tuvieron entrada gratuita.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_