Contra la violencia escolar, mediación
La violencia enturbia a menudo el aire de las aulas y de los patios de las escuelas. Si no se interviene adecuadamente, los conflictos a veces se convierten en crónicos y pasan a mayores, otras explotan en ráfagas de violencia. Manejar estas situaciones no es fácil para los educadores, que muchas veces carecen de instrumentos para intervenir adecuadamente. Evitar que los conflictos escolares se vuelvan crónicos, conduzcan a la violencia o a la ruptura es precisamente la finalidad de un programa de mediación escolar que han puesto en marcha dos escuelas del cinturón de Barcelona. Los propios estudiantes serían, en realidad, los únicos capaces de conseguir este objetivo con la ayuda de un mediador, un tercero elegido preferentemente entre los propios compañeros. Se trata de que los estudiantes aprendan a dar respuestas por sí mismos al clima de violencia y al individualismo creciente en la comunidad escolar. El centro concertado de Formación Profesional Dolmen, situado en el popular barrio de Santa Eulàlia de L"Hospitalet de Llobregat, al que asisten 800 adolescentes entre 14 y 20 años, ha sido el primero en Cataluña en desarrollar un programa de mediación entre iguales. El proyecto se está desarrollando preventivamente también para los más pequeños en la escuela de primaria Nuestra Señora del Mar, en El Prat de Llobregat, con 350 alumnos. Los niños de P-3 (tres años) han estrenado la asamblea diaria como marco para debatir públicamente sus pequeños litigios, con la ayuda del programa de mediación. Las psicólogas Mercè Monjo y Nuria Villanueva son las directoras del proyecto. El punto de partida de su trabajo es conseguir que se admita que la discrepancia no es una situación excepcional, sino una circunstancia inherente a la naturaleza humana que puede tener una salida creativa. No encontrarla fomenta la competitividad y la falta de solidaridad entre los niños. Las profesionales creen que por ello la violencia verbal y física ha traspasado las puertas de la escuela y empieza a ser una actitud habitual entre alumnos de primaria y secundaria. Monjo explica: "Se trata de democratizar la escuela instaurando un sistema de mediación escolar preventiva, que va desde P3 hasta primero de ESO; después se inicia la fase de mediación entre iguales". Los niños han de ser actores, y no espectadores, en la resolución de problemas que les afectan, cree Villanueva. "Trabajamos el conflicto como algo que puede incluso ser positivo. Con los más pequeños, es la asamblea y el aula el espacio más idóneo para debatirlos". En el caso de los adolescentes, se trata de buscar un camino común, entrenándoles en técnicas de mediación para afrontar la creciente violencia. El mediador no da soluciones, sino que ayuda a que las encuentren los propios interesados. No debe ser elegido por su rendimiento escolar ni tampoco en función de liderazgos negativos, sino que ha de responder a la heterogeneidad de la clase. La rotación es otra de las condiciones para que el sistema funcione. Experiencias similares se están llevando a cabo en Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos. La intervención de los mediadores escolares se efectúa de acuerdo con tres modelos, que se aplicarán según las circunstancias. Un adulto media en los conflictos entre estudiantes; un estudiante interviene en conflictos entre alumnos; y, por último, la mediación en el aula preparando a toda la comunidad escolar para la gestión de los problemas. El programa comprende una primera fase de sensibilización y formación del profesorado del centro, que se ha desarrollado este curso, seguida de un proceso de elección y entrenamiento de los mediadores, en la que deben participar el máximo de alumnos posible, hasta conseguir la creación de un servicio de mediación capaz de funcionar autónomamente.
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