Antes del parto

Para hoy se anuncia que el CVC ha de desbloquear el iter hacia el dictamen que le debe al presidente Zaplana y al Parlament valenciano. Como era previsible, al coro de bacantes interesado en que todo fracase (el dossier completo de prensa que manejo retrata sin paliativos el who is who) se unen ahora las lógicas resistencias de última hora de los actores comprometidos para buscar mayor ganancia o menor pérdida en lo que al final resulte. Entre los datos importantes que se esgrimen en la mesa de negociación cabe destacar hechos durante mucho tiempo olvidados, y que ahora toman cuerpo de un modo oficial, como por ejemplo que el PP recuerde que las Normes Ortogràfiques de Castelló (1932) ya figuraban en su programa electoral del 95 como punto de partida, o que al hilo de la posibilidad abierta de que sea el propio CVC quien asuma la competencia lingüística mediante los cambios legislativos pertinentes, un grupo de consellers, los propuestos por los grupos parlamentarios de izquierda, asuman ahora la posibilidad de que sea un órgano de nueva creación quien reciba la competencia normativa, configurándolo mediante el mismo procedimiento que se ha venido usando para la provisión de los miembros del CVC, es decir, por acuerdo de 2 / 3 del Parlament para la primera designación, y por los propios miembros de esa academia para lo sucesivo. Además, se apunta, los miembros de esa nueva institución deberán reunir las condiciones de mérito y competencia lingüística pertinentes. De acuerdo con esta posición, los consellers aludidos habrían desechado la tesis de que sea el Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana quien resultase apoderado para la competencia normativa sobre el valenciano. Ese dato constituye, pues, otra verdadera novedad y, quizás, por fin, la evidencia de que no podía haber pacto si las partes se empecinaban en que ha de ser o bien la Academia o bien la Universidad quienes resulten apoderados. Para una cosa u otra no hacía falta ni dictamen, ni pérdida de tiempo, ni alimentar la expectativa de que se estaba trabajando para liquidar el impasse que la división política proyecta sobre el futuro de la lengua. Ese era y es un camino que no conduce a nada. Pero me permito ir un poco más allá, puesto que les guste o no a quienes proponen ahora que sea una nueva institución la que reciba la competencia, el que suscribe es autor del dictamen que en su día (noviembre del 97) me requirió la Generalitat Valenciana donde proponía que sea el propio CVC quien asuma la competencia mediante la creación de una Sección (nueva) de Filología Valenciana cuyos 11 (nuevos) miembros se escogerían la primera vez por mayoría cualificada de las Cortes, y, a partir de su constitución, la renovación sería por acuerdo de los propios miembros de la sección, de entre reconocidos lingüistas, gramáticos y escritores en la lengua propia de los valencianos. Siendo esta fórmula la que indudablemente inspira a la anunciada por los consellers propuestos por el PSPV y EU-EV (que a pesar de ello no han mantenido ningún contacto conmigo), quizás no esté de más recordar que con la creación de una sección (previa modificación del art. 25 del Estatut d"Autonomia, y de la ley que creaba el CVC) en el propio CVC éste recupera el espíritu que llevó a ubicarlo en el Estatut, a pesar de que entonces la incapacidad negociadora de las partes no le diese la competencia lingüística. Aprovechar la ocasión para rectificar sería, pues, y además, un acto de justicia.