"Memorias de Adriano" es un concierto de palabras magníficas", afirma Maurizio Scaparro
Memorias de Adriano, la célebre novela de Marguerite Yourcenar, fue objeto de una aplaudida versión teatral a cargo del director Maurizio Scaparro, estrenada en 1989 en las ruinas de Villa Adriana, en Tívoli, lugar de retiro del emperador romano. Scaparro ha vuelto a montar varias veces el bello espectáculo (en 1994 pudo verse en el teatro Albéniz de Madrid), que próximamente se va a presentar, por primera vez en castellano y con reparto español, en dos lugares tan pertinentes como el teatro romano de Mérida (8 al 12 de julio) y el Teatre Grec de Barcelona (14 al 18 de julio). "Memorias de Adriano es un concierto de palabras magníficas", afirma Maurizio Scaparro.
Como la novela, como el propio Adriano, el espectáculo de Scaparro parece gozar de esa "inmortalidad intermitente" de la que hablaba el emperador en la obra de Yourcenar. José Sancho encarnará a Adriano en el nuevo montaje, coproducción de Focus y Espectáculos Ibéricos, SA, que contará también con el bailarín Ígor Yebra (Antinoo) y con Rosa Novell (Plotina) y Pirondello (Olimpo), entre otros artistas. Pese a ser uno de los hombres de referencia de la cultura escénica europea, Maurizio Scaparro no pertenece a la especie de los directores endiosados. Es de carácter amable y sencillo. Hay en él una simpática socarronería que va muy bien para equilibrar una pasión por el teatro que se expresa a veces por la vía de la hipérbole. Scaparro tiene, en suma, y puestos a hablar de emperadores, algo del profundo y esteta Adriano -que se hizo iniciar en los misterios eleusinos y escaló el monte Etna sólo para ver la puesta de sol-, pero también del muy terrenal Vespasiano, que no podía dejar de reírse por lo bajín de que alguien lo considerara un Dios. "Mi versión de Memorias de Adriano no ha cambiado sustancialmente de la que se pudo ver en Madrid", dice, "aunque ahora tiene la ventaja de que tanto en Mérida como en Barcelona se hará al aire libre y en lugares con ambiente clásico, algo muy indicado para la obra". Scaparro conoció a Marguerite Yourcenar en 1981, cuando él era director de la sección teatral de la Bienal de Venecia. "Llegó al carnaval que yo había montado y nos conocimos allí, me causó una gran impresión. Era una mujer muy dura, aunque su apariencia parecía indicar lo contrario. Yo entonces no pensaba en llevar Memorias de Adriano al teatro. Fue después de muerta ella, en 1989. Me pareció que había en la novela una parte metateatral susceptible de ser puesta en escena, algo que era como un reto: el retrato de una voz". Scaparro considera que "en un momento de crisis de la palabra en general, sumergidos en una civilización de imagen y sonido, la versión teatral de Memorias de Adriano ofrece la posibilidad de descubrir la palabra, y que la palabra es también música e imágenes. Memorias de Adriano", prosigue, "es un verdadero concierto. Un concierto de palabras, palabras, las de Yourcenar, que son profundas, magníficas. Palabras simples, melancólicas, sonrientes, vitales". Scaparro pone sonrisa de etrusco viejo al explicar cómo se materializó el proyecto: "Dirigía el Teatro de Roma, soy romano -tengo esa gracia o desgracia- y me di una vuelta por la Villa Adriana, donde quedé fascinado por la historia del emperador, uno de los pocos que no hicieron una guerra. Conseguí que nos dejaran hacer el montaje teatral en Villa Adriana, lugar que no se había abierto nunca de noche al público, y fue fascinante: se sentía que él estaba allí". A juicio de Scaparro, la teatralidad de su Memorias de Adriano "está en la no teatralidad. Es un fantasma evocado. Fragmentos de una historia". En el espectáculo, "Adriano habla de su vida, habla de Antinoo , al que yo no podía hacer aparecer directamente, pero que es representado por un bailarín, miembro de una compañía de cómicos a los que Adriano llama para que lo distraigan. Ese bailarín simboliza la Belleza, uno de los grandes ideales del emperador". Scaparro considera que Yourcenar fue "una gran traidora" al Adriano real, pero con la voluntad de ser fiel a su espíritu, usando al menos, como ella decía, piedras verdaderas". Scaparro confiesa que él también ha traicionado a la Yourcenar, pero asimismo "respetando siempre su espíritu". En su montaje, que dura poco menos de una hora y media, "el 95 % del texto es exactamente el de Marguerite Yourcenar y el resto, pequeños extractos de obras clásicas -Plauto, Platón-". El director subraya que su versión de Memorias de Adriano es el único proyecto de adaptación teatral de un texto de Yourcenar que ha contado con el permiso de los herederos de la escritora. Han pasado los años, pero Scaparro sigue soñando con Adriano: "En este momento, en esta Europa recién nacida, es bello recordar a un hombre que nació en España, estudió en Grecia y vivió en Italia, un hombre transversalmente mediterráneo".
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