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Tráfico de armas desde Albania

Albania está mirando hacia otro lado en la crisis de Kosovo. En Tropoje se amontona parte de los 10.000 refugiados kosovares que llegaron la pasada semana huyendo de los combates. Aquí, los rebeldes del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) son tratados como héroes. La localidad natal del ex presidente Sali Berisha está cerca de Tropoje. Alguno de sus familiares porta el anagrama del ELK. Otros llevan pistola.

En los últimos dos meses de conflicto, Tirana ha reducido su vigilancia fronteriza. Hay pocos soldados alrededor y están mal equipados. El Ejército sabe que no tiene el control de los pasos montañosos. Le faltan botas, radios y vehículos. La mayor parte del tráfico de armas de Albania a Kosovo se realiza a lomos de mulas, burros o caballos. «El Gobierno no puede hacer gran cosa con las armas, que están por todos lados», dice un monitor de la Organización para la Cooperación y Desarrollo en Europa.

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En Tropoje es visible este comercio bélico. Los hombres que se dedican a él, en muchos casos chavales de no más de 14 años, pululan por las aceras con su material. Los precios han subido desde el primer ataque serbio. A pesar de ello, hay dinero suficiente en este empobrecido país para pagar la factura de la guerra.

Las donaciones al ELK para comprar armas llegan desde el exterior. Un arma automática costaba tras la revuelta civil del año pasado 100 dólares (15.000 pesetas). Hoy, su precio es de 350. Un uniforme completo de campaña cuesta 850 dólares.

El Gobierno, sobre todo el Ministerio de Defensa, niega que el armamento con destino a Kosovo pase por Albania. Otros miembros del Ejecutivo aseguran que el mercado negro florece gracias a las condiciones de pobreza reinantes. «Aquellos que se hicieron ricos con la guerra de Bosnia están buscando otro sitio donde hacer negocio», aseguran. «Nosotros no les podemos detener. No podemos controlar a todos los que viene por aquí».

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