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Los ministros de Economía de los Quince rechazan fijar objetivos de déficit más duros

Xavier Vidal-Folch

Los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea (UE) desencadenaron ayer en la reunión del Ecofin una inédita rebelión. Se negaron a fijar objetivos concretos de reducción de sus déficit más ambiciosos que las meras previsiones para los años 1998 y 1999. Los cabecillas de la minoría ultraortodoxa, el ministro alemán de Finanzas, Theo Waigel, y el comisario francés, Yves-Thibault de Silguy, confiaron en que la rebelión contra la lectura más restrictiva del Pacto de Estabilidad firmado hace un año sea temporal y todos acaben finalmente pasando por el aro.

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El Pacto de Estabilidad propugnó un escenario de déficit cero o superávit presupuestario (a medio plazo), pero sus sanciones sólo se aplicarán a quien desborde el techo legal del 3% del producto interior bruto (PIB), contra la mayor dureza que quería Bonn.Waigel pretendió atornillar el compromiso en pro del superávit en febrero, dictando que todos los recursos adicionales generados por un crecimiento económico imprevisto se destinasen obligatoriamente a reducir el déficit. Sólo logró, en la cumbre del euro de mayo, una declaración poco más que retórica.

La tercera intentona corrió a cargo del comisario de Asuntos Monetarios, Yves-Thibault de Silguy, en dos tiempos. Anteanoche ya propuso a los 11 del grupo de vanguardia del euro la misma idea de destinar todo el dinero procedente de la bonanza económica a reducciones más drásticas. Y ahora, cuantificadas. Su argumento: el gran esfuerzo realizado quedará absorbido en 1999, cuando las líneas del déficit contable y del estructural -descontada la bonanza- coincidan, como indica su gráfico. Entonces, si viniesen las vacas flacas, los déficit se dispararían. Recibió buenas palabras.

Pero ayer se estrelló ante el Ecofin, el cónclave de los 15 ministros de Economía. El documento Grandes orientaciones de política económica de la Comisión, que postulaba esta misma tesis tanto para los Quince como para los Once, quedó como un ave sin plumas. Desaparecieron todas las referencias concretas a cifras más exigentes. Muy concretamente, a la instrucción de que el déficit de 1999 de los Once, que se prevé descienda al 2% del PIB en 1999, se redujese al 1,5%.

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Hubo mucho más. Las recomendaciones a los Gobiernos fueron limadas. A España ya no se le exigen "esfuerzos adicionales" para acercarse al equilibrio presupuestario, sino sólo "esfuerzos". Y tampoco se le recomienda "endurecer la política fiscal" para "prevenir el riesgo de recalentamiento", como constaba en la propuesta. A Portugal no se le pide "centrar el ajuste en el gasto" en vez de en los ingresos. Así, una a una, las 15 recetas quedaron suavizadas.Los ministros ni siquiera necesitaron pelearse. La poda de las exigencias que juzgaban demasiado severas la habían realizado previa y discretamente sus directores generales del Tesoro en el Comité Monetario. Se limitaron a aprobarla. El club de la ortodoxia se convirtió en un valle de lágrimas. "Lamento el debilitamiento del texto", suspiró De Silguy. "Iba en la buena línea de la declaración aprobada en la cumbre del euro", lamentó Waigel. "Es una lástima, y espero que recuperemos la valentía para discutir las medidas necesarias en cada país", deseó el holandés Gerrit Zalm.

"El Ecofin ha tomado sus acuerdos", replicó secamente el español Rodrigo Rato, que exigió que se valore en el futuro no sólo la cantidad del déficit, sino también su calidad. "La Comisión fue más allá de lo que se le había pedido", censuró el francés Dominique Strauss-Kahn. "A lo mejor, conviene destinar los ingresos adicionales a rebajar las cotizaciones sociales y no a reducir más el déficit", razonó el belga Philippe Maystadt.

Los perdedores prometieron volver a la carga. Tienen un buen argumento. "Si las políticas presupuestarias no van coordinadamente en la misma línea, endurecerán las condiciones de la política monetaria", alertó De Silguy. Amenaza atómica: si los ministros de Economía resultasen gastones, el Banco Central Europeo debería subir los tipos de interés.

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