Duelo nuclear por Cachemira
El enconado conflicto toma una dramática dimensión con el desafío atómico entre India y Pakistán
Abdul Ghafoor, profesor de ciencias en el pueblo de Chokothi, y sus alumnos saben lo que tienen que hacer cuando empiezan a disparar los soldados indios apostados en las colinas que dominan la localidad: otro maestro toca el silbato y todo el mundo se pone a cubierto. Más abajo, los comerciantes corren a cerrar sus tiendas y, en cuestión de segundos, Chokothi, un pueblo de los de una sola calle en la disputada Cachemira, es un lugar fantasma."Tenemos tanto miedo que no podemos dormir", dice el tenedero Ghulam Rassul, quien de vez en cuando ve a los soldados indios en las verdes colonias desde las que se domina el pueblo, a unos 130 kilómetros al noreste de Islamabad, la capital paquistaní. "Hay enormes tiroteos. La vida se hace insoportable".
La calle principal de Chokothi termina a unos cientos de metros de la línea de control , la alambrada de espino que marca la disputada frontera entre India y Pakistán en el antiguo Estado principesco de Cachemira.
Hoy, tras la serie de pruebas nucleares realizadas por tan enconados enemigos, no hay lugar en el mundo con mayor potencial para que estalle una guerra nuclear. Incidentes que hace un mes hubieran sido considerados de rutina en una zona donde los intercambios artilleros transfronterizos son una constante ahora adquieren proporciones espectaculares.
Fue a esta zona adonde acudieron con urgencia los principales jefes militares de Pakistán después de que India realizara sus explosiones nucleares los pasados 11 y 13 de mayo, las primeras desde 1974.
El día 25, tras dos días de consultas con los jefes de los destacamentos de Chokothi y otros puestos de la zona, el general Jehangir Karamat, jefe del Ejército de Pakistán, se reunió con carácter de urgencia con el primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif. El general le manifestó que si Pakistán no respondía inmediatamente con pruebas nucleares propias él creía que India podría intentar una solución militar a la crisis de Cachemira. El general tenía fundamento para expresar tales opiniones: mientras visitaba la región fronteriza, desde el lado indio se hacían comentarios provocativos sobre posibles ataques a Pakistán y se realizaban persecuciones en caliente de extremistas musulmanes que escapaban del lado indio para refugiarse en Pakistán.
Karamat convenció a Sharif para que ordenara a sus científicos nucleares la realización de pruebas atómicas subterráneas, según fuentes conocedoras del caso. Tres días más tarde, Pakistán anunció que había probado cinco bombas atómicas. Un sexto artefacto estalló dos días después.
Cachemira se ha convertido en la clave de cualquier esfuerzo internacional para mantener la estabilidad entre dos países nuclearizados con gran animosidad religiosa y política. «Si queremos salvar al sur de Asia y al mundo de una guerra nuclear, Cachmeira es básico», dice Miana Ghulam Rascool, representante de Chokothi y pueblos vecinos en el Parlamento de la parte paquistaní de Cachemira. Muchos analistas y expertos militares estiman que las palabras de Rascool y otros que han hablado como él no son exageradas. La animadversión mutua y volatilidad militar en la fronteras de Cachmeira son tales que la situación podría descontrolarse y degenerar en una guerra nuclear. Las condiciones son particularmente peligrosas entre dos naciones que adolecen de malas comunicaciones internas y entre sus capitales, de deficiente sistema de mando y control de las operaciones miliateres y de insuficiente vigilancia mediante satélite de las operaciones militares del rival.
La disputa sobre Cachemira es el mayor conflicto en las relaciones indo-paquistaníes, y el profundo rencor entre los ciudadanos de ambos países sirve para comprender por qué ha resultado tan difícil encontrar una solución. Uno de los problemas radicales es la religión: el 82% de la población india es hindú y el 95% de los paquistaníes son musulmanes. Cuando la India británica logró su independencia en 1947 fue partida en función de las creencias religiosas y se creó Pakistán como el hogar de los musulmanes. Mientras 12 millones de hindúes y musulmanes huían de una zoma a la otra, unos 500.000 fueron masacrados en horripilantes estallidos de violencia.
India y Pakistán han librado dos guerras por Cachemira, un territorio de 223.000 kilómetros cuadrados, casi la mitad que España, cuyo estatuto definitivo no fue resuelto en la hora de la independencia. En la actualidad, India controla los dos tercios de la región (el Estado llamado Jammu y Cachemira), y Pakistán, el resto.
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