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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Adiós a Las Vistillas

Era quizá el parque más bonito de Madrid y como en los cuentos más realistas un pecado de soberbia que los dioses suelen castigar. Los tristes, los zamuzones, los incultos no soportan la belleza.Se dicen rectos, lo cual les sirve para ser incapaces de aguantar las curvas tiernas de un sauce atrevido y grandullón que logró la magia de inclinar sus brazos sanos para engalanar en arco la Cuesta de los Ciegos.

Este arbolillo de brazos pardoverdosos y hojas garzas por el envés fue asesinado en la traición del martes. Los autores materiales vestían de verde, con lo cual pensaban que camuflaban la ignominia.

El sauce habitaba la parte alta de la escalinata de Las Vistillas, la cual ha quedado desde entonces, vacía, muda.

Más arriba, en la misma plaza y con la mala excusa de la fiesta del patrón, se fomenta la fritura de despojos sobre el tallo de los dolientes familiares del sauce masacrado. Sus hojas ya no tienen el dolor de la necrosis, su respiración flaquea y el diagnóstico es más que reservado.

A su alrededor se ha desgarrado, mutilado y crucificado a todo lo que tuviera ramas porque su hermosura molesta a los plásticos de los quioscos y a la sensibilidad de las gallinejas.

Y para los que se creían salvados, la tortura se disfraza de la negra grasa que los días anteriores atufaron los aires a cambio de una extraña masa con forma de churro.

Los árboles que en Las Vistillas habían sido hermosos, diremos luego.

Era el parque más bonito de Madrid y lo quieren rematar con un hermoso aparcamiento.

Los que mandan y sus sucedáneos dicen belleza cuando miran dividendos y ven el verde en el gris cemento.

Talar es limpiar, destrozar es ordenar y con arrancar justifican el lujo de asfaltar. Lo mismo les da un poste que un abeto, sienten la misma cosa al meter la sierra que al verter sobre las raíces los aceites negros de la ignorancia y el colesterol.

Todavía quedan varios chopos, un racimillo de cipreses, otro de acacias, pocos abetos, dos higueras y algunos sauces más llorones que nunca. En el otro bando, varios escuadrones de policía, tres de quiosqueros, algunas patrullas de funcionarios verdes, un alcalde, un montón de concejales y unos cuantos millones de ciudadanos impasibles.

Nosotros, que no somos nadie, sentimos como el sauce y nos soñamos voluntarios del desarmado ramo de arbustos, árboles y matojos aún supervivientes, hasta que nos devuelvan aquellas ramas largas, flexibles, arqueadas y colgantes, cubiertas de hojas lanceoladas, estrechas, acuminadas y finamente dentadas que segaron o, lo que es más probable, nos castiguen los sueños de belleza con aceites, humos y quemones; y, que como en aquellos cuentos realistas, veamos sus hachas y no tengamos más remedio que decir adiós a Las Vistillas.- y 59 firmas más.

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