Y van...
Ha sido en Santa Fe. Y no tiene la más mínima importancia que el pueblo pertenezca a la provincia de Granada. Simplemente ha ocurrido. Si fuera extraordinario es posible que hubiera decidido escribir de otra cosa. Es tan desgraciado y ocurre tantas veces, lo mismo o algo parecido, que ninguna mujer de bien con alguna posibilidad de llamar la atención sobre ello, puede mirar a otro lado y seguir en lo supuestamente importante. Es posible que aquí yo tuviera que hablar hoy de la amenaza de Madrid a la Junta de Andalucía, de congelarle fondos si no paga a la Seguridad Social. Por cierto, es curioso que el Gobierno central apure tanto en el caso de Andalucía y no diga ni pío con respecto a quienes gobiernan Cataluña, que acumulan una deuda superior a la andaluza. Claro que estos son sus socios y no hay que molestarles para que no se quiebre su apoyo "condicionado". Pero no era de eso de lo que yo les quería contar hoy. El asunto que me preocupa, viene de un juzgado de Santa Fe, que ha condenado al marido de Ana Orantes a una multa de 40.000 pesetas por insultar y amenazar de muerte a su mujer. Los hechos ocurrieron dos meses antes de que el energúmeno la rociara de gasolina y le prendiera fuego en el patio de la vivienda que compartían. Aquel día, el tipo, golpeó la cancela, pateó el coche de su hijo, destrozó los huevos de las gallinas que cuidaba su mujer y, antes de marcharse, le cortó la luz de la vivienda. Algo más tarde, llamó por teléfono para decirle que la iba a matar. Cosa que hizo dos meses después, quemándola viva. El señor juez de instrucción de Santa Fe le ha puesto por las amenazas 40.000 pesetas de multa. El señor juez nunca será mujer. Así cualquiera. El señor juez merecería ser condenado a tener, una noche de estas, una pesadilla en la que el marido de Ana Orantes se le apareciera, y él, el señor juez, fuera Ana Orantes. Y después de la pesadilla, la condena estableciera la obligación del señor juez a contar cuánto miedo pasó y cuánta vergüenza le da no haberse dado cuenta antes de lo peligroso que es ser mujer. Cuando hay hombres como el marido de Ana Orantes y, mismamente y sin ir más lejos, cuando hay jueces como el señor juez de Santa Fe.
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