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El cumpleaños de "Ricitos de Oro"

Joaquín Estefanía

Los últimos datos de la economía de Estados Unidos coinciden con el séptimo cumpleaños de la larga etapa de expansión económica en este país, que alguien ha denominado Ricitos de Oro, en alusión a la protagonista del cuento de los tres ositos, que tanto gusta a los niños. Esas cifras son tan espectaculares como la prolongación de la fase alcista del ciclo: incremento del PIB durante el primer trimestre del año de 4,2%; inflación interanual del 1,4%; un desempleo en abril del 4,3%; crecimiento del índice Dow Jones en lo que va del año presupuestario 1998, con un superávit en las finanzas públicas de casi 40.000 millones de dólares.El superávit es el corolario de ese nuevo paradigma económico que se inició en el segundo trimestre de 1991 y que ha dado como resultado 84 meses de crecimiento ininterrumpido. Paradigma que se caracteriza, en su parte positiva, por el crecimiento sostenido, baja inflación, pleno empleo (hasta el punto de que uno de los principales problemas de las empresas norteamericanas es hoy la búsqueda de trabajadores), alto consumo y, a partir de ahora, superávit público.

Y en la parte negativa, por una espectacular desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza (el foso entre los salarios altos y bajos -el 10% entre la parte superior e inferior de la escala- ha aumentado hasta alcanzar un nivel récord desde la II Guerra Mundial). En este último aspecto, Olivier Blanchard, catedrático del MIT, acaba de escribir que "las últimas noticias son buenas. Desde mediados de los noventa, la distribución de los ingresos -el desfase entre ricos y pobres- se ha estabilizado, si no se ha reducido ligeramente. ¿Por qué ha ocurrido este cambio? ¿Será duradero? La verdad es que nadie lo sabe".

Clinton pasará a la historia por este cambio en las finanzas públicas; cuando llegó a la Casa Blanca, a principios de los noventa, el déficit era de 350.000 millones de dólares; ahora se estima que el superávit entre los años 1999 y 2003 será de 150.000 millones; el superávit de este ejercicio es el más grande en la historia de Estados Unidos en términos absolutos, y el más grande en más de cuatro décadas en relación al PIB.

Registrada la tendencia, el debate político se centrará en los próximos meses en la distribución del ahorro público; mientras los republicanos ambicionan una reducción de impuestos, los demócratas pretenden la ampliación del gasto social. Clinton, desde una posición aparentemente centrista, aspira a asegurar la supervivencia de la Seguridad Social, con nuevas partidas sociales para el sistema de salud de los ancianos, la educación y la atención médica de los niños más humildes. De ninguna manera quiere volver a las reaganomics y a la falsa curva de Laffer, que con tanto retraso y papanatismo gusta ahora a algunos en España: "Nos gastamos el dinero, multiplicamos por cuatro la deuda, hicimos subir los tipos de interés y arrastramos al país a un agujero del que ahora estamos saliendo a duras penas".

Además de incluir en su último artículo (¿Seguirán los buenos tiempos para Estados Unidos?) la duda de la redistribución, Blanchard también ha planteado -como muchos otros economistas- las incertidumbres sobre la duración de esta fase del ciclo, las referencias a la burbuja financiera, y la consistencia de las leyes de la física (todo lo que sube, baja): "La pregunta que los norteamericanos tienen que hacerse mientras celebran sus buenos tiempos, es la siguiente: ¿Cuando tenga lugar una corrección, vendrá en forma de un hundimiento de la Bolsa, como sucedió en 1987, o como un lento y doloroso descenso, como ocurre en Japón en los noventa? Sencillamente, no lo sé. Pero creo que las raíces de la próxima recesión norteamericana, y puede que también de la próxima recesión mundial, están en la actual euforia que se vive en Estados Unidos".

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