Tendedero "cum laude"
Han pasado más de ocho meses, pero las secuelas de las inundaciones que sufrió la ciudad de Alicante y sus alrededores el 30 de septiembre del año pasado son tan patentes como el primer día después del desastre. En esa negra jornada murieron cuatro personas arrastradas por las aguas, que también causaron miles de millones de pesetas en pérdidas. Uno de los focos con los que se ensañó la riada fue el campus de la Universidad de Alicante, levantado en el vecino término municipal de Sant Vicent del Raspeig. Edificios anegados, equipos informáticos destrozados, equipamiento científico inservible y archivos sumergidos bajo dos metros de agua completan un triste balance del que todavía no se ha repuesto la comunidad académica, que se esfuerza por alcanzar la normalidad mientras demanda a gritos la llegada de ayudas oficiales con las que poder hacer frente a las pérdidas, calculadas en 1.000 millones de pesetas. Al margen de los trabajos para parchear los daños sufridos por los inmuebles y el mobiliario de facultades y escuelas, el equipo rectoral dirigido por Andrés Pedreño, el personal docente y administrativo y la comunidad estudiantil destacan el deterioro del archivo histórico de la Universidad, que tras las lluvias fue localizado en medio de un barrizal al que lo habían arrastrado las aguas. Expedientes académicos, currículos, documentos fundacionales, calificaciones, títulos, colecciones de libros de los siglos XVIII y XIX, todo el fondo moderno de publicaciones y hasta los contratos del personal de administración y servicios se vio seriamente afectado. Se trata de un total de 8.000 legajos (unos 4 millones de folios), que desde hace meses son objeto de un tratamiento de choque en el que participan ocho personas y algunos voluntarios, que por mucho empeño que pongan en la labor tardarán más de seis años en acabar el proceso de recuperación de documentos. Conforme pasa el tiempo, el trabajo crece en dificultad. En una primera fase bastaba con secar los documentos en caseros tendederos improvisados en los bajos de la misma biblioteca central del campus, plancharlos y someterlos a los procesos de limpieza, desinfección y tratamiento contra la micosis para evitar la aparición de hongos. Pero ahora, los amontonados legajos se han secado y el papel se ha apelmazado, lo que obliga a un baño previo para conseguir que los folios se separen. El bibliotecario Carlos Asensio y la directora del servicio, Mercedes Guijarro, no tuvieron más remedio que marcar prioridades. "Lo más urgente era tratar de recuperar la documentación más antigua, y afortunadamente ha respondido bien dada la calidad del papel y la tinta utilizados", apunta Guijarro. Por esta técnica manual y casera ("no hay otra mejor"), se ha conseguido recuperar la mayor parte del fondo histórico de la Escuela de Comercio, que incluía documentación de finales del XIX. El material ha quedado muy debilitado, pero con una óptimas condiciones de humedad y temperatura su mantenimiento está asegurado. La colección de libros de los tres últimos siglos se enviará a restaurar, mientras el fondo moderno de publicaciones fue a parar directamente al contenedor. Para que la recuperación del archivo histórico sea definitiva tienen que llegar las ayudas oficiales, pero la Generalitat se ha resistido a colaborar hasta ahora. La Universidad solicitó hace meses créditos extraordinarios para atender la eventualidad, pero la respuesta de la Administración se limitó al silencio más absoluto hasta la semana pasada, cuando la directora general de Universidades, Carmen Martorell, anunció que la Consejería de Hacienda hará frente a las pérdidas. El abandono institucional ha obligado a la Universidad a utilizar en lo posible sus recursos propios, que no son nada abundantes. "Nos hemos endeudado, pero aun así no podemos atender a todo", señaló un representante del equipo rectoral. Mientras, en el "secadero histórico", como ya se ha bautizado en el campus a la biblioteca central, los legajos penden de una cuerda.
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