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Un toxicómano, acusado de matar a su madre por negarse a darle dinero para droga

Jan Martínez Ahrens

Fernando limpió con una fregona la sangre derramada en el salón, luego se preparó la cena y finalmente se tumbó a dormir. Estaba en casa. Horas después, ya de mañana, Fernando, toxicómano de 26 años, fue detenido junto al lugar donde todos los días tendía su mano de pedigüeño: el supermercado DIA de la calle de Sierra Vieja (Vallecas Villa). Allí mismo, la policía le puso las esposas bajo la acusación de haber matado la noche del jueves a su madre, Esther Alonso, de 60 años. El crimen, sentenciado con una cuchillada, se debió, según las primeras versiones, a la negativa de la mujer a facilitarle dinero para comprar heroína. Un motivo que no extrañó en la calle de la Sierra del Brezo, donde Esther vivía desde hacía 25 años en una casa baja en la que recaló, como ella misma contaba, con dos críos bajo el brazo y un marido desaparecido tras salir a comprar un paquete de Ducados. Limpiadora de profesión, Esther, según sus vecinos, recibía constantes palizas de su hijo. "Nunca protestó, porque le quería", recordaba su amiga Providencia Garrido.PASA A LA PÁGINA 4

El detenido discutió con su madre la misma noche del crimen

VIENE DE LA PÁGINA 1 Desde la adolescencia, Fernando, flaco, moreno y de pelo largo, hacía equilibrios sobre una aguja. Aunque hubo un tiempo en que trabajó como montador en las ferias, en los últimos años sus ingresos procedían de las limosnas que le lanzaban a la puerta del supermercado y del dinero que le sacaba a su madre. Dos facetas ante las que Fernando, más conocido como Canuto, mostraba un rostro bien distinto. En la calle, como recordaban quienes le habían visto crecer, era un joven callado y servicial, que ni siquiera respondía a los insultos -"¡Tontolino, que te caes!"- que le dirigían los chavales de la barriada cuando andaba a trompicones. Pero en casa, bajo la batuta del síndrome de abstinencia, Canuto desataba sus demonios.

"Bueno, aquello era tremendo, todas las noches la armaba con su madre. A veces se encerraba en el servicio para meterse un pico, y ella le pedía que saliese. Él empezaba a insultarla, y luego le daba unas palizas que no veas, sobre todo, cuando no tenía dinero", decía su vecina de puerta. En su caída, Fernando esquilmó los pocos bienes de su madre. "Las sábanas, la comida, los muebles, hasta las bragas le robaba para cambiarlo por algo de polvo. Y si Esther se negaba, entonces la golpeaba", añadían los vecinos. La madre, sin embargo, callaba, y si alguien decía algo contra su hijo, lo defendía.

La noche anterior al crimen, Canuto intentó sacarle 14.000 pesetas a su madre. Al día siguiente, el jueves por la tarde, cuando la mujer regresó a casa del trabajo y se encontró con su hijo, discutieron por el dinero. Poco después, una vecina de la calle de Peña Sorrapia observó desde el balcón cómo Fernando limpiaba el suelo con una fregona, cenaba y se acostaba.

Ayer por la mañana, esta misma vecina se extrañó de no ver salir de casa a la puntual Esther. Con otras mujeres, llamó a Juan, el policía de barrio. Al entrar en la casa baja encontraron el cadáver de Esther sobre un charco de sangre. "Yo, cuando vi sus zapatos en el pasillo, me negué a entrar", decía Providencia. Poco después, Canuto, fue detenido.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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