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Reportaje:

Flaca es la carne

Los ejecutivos de banca mexicanos detenidos por blanqueo fueron atraídos a EE UU con el señuelo de un fin de semana libertino

Juan Jesús Aznárez

, Los 26 ejecutivos de banca mexicanos detenidos en EE UU aterrizaron en California, Nevada y Nuevo México convocados por un cursillo acelerado de narcolavado y un fin de semana de libaciones, jarana y barraganería. A no dudarlo, el flanco libertino del grupo hubiera presentado armas en los mejores lupanares de Las Vegas de no haber sido por su arresto poco antes de la lidia y su traslado a comisaría en limusinas de lujo.Aunque la degustación gratuita de champaña y solomillo de primera garantizaba el arribo de los más calaveras, el contingente acudió al sur del imperio para programar nuevos negocios y obtener una licenciatura en legalización de dinero negro vía casino de juego. Desconocían que sus atentos instructores y alcahuetes no eran sino policías antinarcotráfico disfrazados.

Jorge Reyes Ortega y Eliseo Aréchiga, gerentes de sucursal en los bancos Santander-México y Bancrecer, gozan de la estima de su vecindad en la localidad de Tepatitlán (Estado de Jalisco). El hotelero Francisco Hernández se asombró ante la detención del primero. «Es increíble que alguien como él hubiera aceptado esos tratos».

Mexicanos de familia, oración y gomina, la mayoría de los ejecutivos acusados de corrupción bancaria en EE UU eran universitarios, cobraban salarios importantes, frisaban los treinta y se comían el mundo. Ortega y Aréchiga, como otros, fueron invitados a la inauguración del casino Casablanca, en Nuevo México, y allí acudieron de etiqueta.

Convidaba la firma Emerald Empire Corporation de Los Ángeles, fachada de los agentes del servicio de Aduanas y Antinarcóticos de EE UU que fingían ser comisionistas de gentes interesadas en lavar dinero de los carteles de Cali y Juárez en bancos mexicanos. Flaca la carne, mordieron el anzuelo.

Prometiéndoselas felices y multimillonarios, viajaron todos desde México hacia las luminarias de San Diego y Las Vegas en aviones particulares fletados por la policía estadounidense o en primera clase de vuelos comerciales.

A lo largo de tres años, cerca de 200 agentes perfeccionaron la farsa e indujeron al delito a los más aptos o simplemente a los más a tiro. Trece bancos quedaron bajo sospecha o inculpados por acción u omisión en el lavado de un total de 55 millones de dólares. Los empleados arrestados devengaron entre un 1% y un 5% en comisiones. Éste era el modus operandi: policías encubiertos confiscaban el efectivo de la venta de drogas en Nueva York, Miami o Los Ángeles y lo depositaban en cuentas de bancos norteamericanos controladas por Aduanas. Esos ingresos eran transferidos después a bancos mexicanos, que los aceptaban a sabiendas de su mafiosa procedencia.

La noche del zafarrancho, sábado 16 de mayo, los 26 cayeron en trampas parecidas. El grupo más numeroso, 17 personas, cenó opíparamente en un restaurante de Nuevo México y, entre risas y bromas, corrió el champaña el señor de los cielos. Concluida la cata de caldos y exquisiteces, los 17 de la mala suerte abordaron sus respectivas limusinas. Al volante de cada una de ellas, un policía con cara de chófer.

La caravana se adentró 100 kilómetros en el desierto de Nevada. El destino declarado era Las Vegas. Pero el convoy dejó atrás la ciudad del juego y siguió autopista arriba hasta su detención por los mandos uniformados de varias patrullas de carretera.

El chófer de Víctor Manuel Alcalá detuvo el vehículo y bajó la ventanilla que en las limusinas incomunica al conductor con los ocupantes. «Lo siento. Me imagino que venía un poco rápido», se disculpó hipócritamente ante el peón juarista. La súbita irrupción de varios agentes secretos rindió a éste. «Creo que esto es algo más que una multa de tráfico», dijo Alcalá Navarro.

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