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SÍ AL ACUERDO DE STORMONT

La hora de la reconciliación

Protestantes y católicos hacen frente después de 30 años de guerra al reto de la convivencia

Berna González Harbour

El Castillo de Stormont ya no alberga a unos líderes políticos exhaustos tras la firma del brillante acuerdo alcanzado el pasado Viernes Santo, sino a un ejército de técnicos de sonido. Los hombres del cantante Elton John están abriendo cajas, desenfundando amplificadores y borrando las huellas de la política para preparar el escenario a los 18.000 aficionados norirlandeses que el próximo miércoles oirán a su cantante inglés.En el gran teatro en que se ha convertido Belfast en los últimos días, por una puerta sale el referéndum, Gerry Adams, Tony Blair, el cantante Bono y los suyos, y por la otra entra el futuro. Ayer, cientos de estudiantes, unionistas o republicanos por igual, sacaban las entradas para el concierto, las familias católicas se engalanaban para la Primera Comunión de sus hijos y unas damas unionistas recogían ayuda para el hambre en Sudán.

Por un breve segundo, el público que asistía por la mañana al recuento de votos en Kings Hall se paralizó al oír un estallido en la sala. Enseguida sonrieron policías y periodistas, a la vista de un enorme globo azul de la campaña del sí explotado a los pies de un bromista. «¡No jodáis, hombre, estamos muy acostumbrados a ese sonido!» gritó un irlandés tras el instante de susto.

Así ha sido. El referéndum en Irlanda del Norte se ha celebrado en el más pleno silencio de las armas, con el argumento como única pistola. Ningún grupo paramilitar radical ha hecho activarse la alerta decretada en la policía, a pesar de los temores existentes en relación a todos aquellos que se habían pronunciado en contra del Acuerdo de Stormont.

«Queremos vivir en paz, y aquí demostramos todos los días que se puede», cuenta la joven estudiante unionista Brunagh, de 25 años. A su lado va su amiga Noikin, de 24, católica. Ambas son compañeras de Físicas en la Universidad de Queens, un bellísimo edificio en la zona residencial de Belfast. Es precisamente aquí, en las aulas universitarias, donde se produce uno de los experimentos más interesantes de convivencia que se conocen hasta el momento en Irlanda del Norte.

Católicos y protestantes de Belfast, una ciudad con cerca de 400.000 habitantes, crecen separados en barrios distintos, hacen sus compras en tiendas distintas, se curan en hospitales diferentes y estudian en escuelas, colegios e institutos prudentemente separados.

Salvo una zona intermedia en el centro de la ciudad, el área de compras y en la que se juntan algunos hoteles, donde unos y otros se confunden de forma relajada, la segregación es un asunto geográfico, y cualquier treintañero recuerda la época en que, de niño, la diversión más recurrente en sus pandillas era ir a tirar piedras a los chavales del otro bando. Eso era antes de que se alzara el muro, cuando en vez de piedras se tiraban balas.

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En medio de esa crispación, los jóvenes sólo conviven por primera vez en la Universidad. Aquí, católicos y protestantes se sientan en las mismas aulas, se enamoran e intercambian apuntes sin problemas en los jardines victorianos de Queens. Y aquí ha triunfado el sí.

A pocos metros de aquí, en pleno centro de la capital norirlandesa, una alegre banda entonaba ayer el Himno de la Alegría, encabezando un desfile de caravanas y música. Llegaba el circo a Belfast en un sábado encapotado, y decenas de niños corrían junto a los camiones llenos de payasos para bailar y cantar al ritmo de sus tambores. Otros seguían la caravana con piruetas, y las señoras se apresuraban con sus hijos en brazos para alcanzar a asomarse al desfile. Los agentes del Royal Ulster Constabulary (RUC), la policía armada de Irlanda del Norte, dejaba sus tareas antiterroristas y se dedicaba por un momento a organizar el tráfico en Belfast.

Por cierto que, según publicó ayer la prensa del Ulster, la mayoría de los 13.000 agentes del RUC votaron sí en el referéndum. Después de 30 años de enfrentamientos, con 3.200 muertos y una guerra abierta entre los protestantes y católicos del Ulster, Irlanda intenta pasar la página de su historia. Esta vez, hacia la normalidad.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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