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La matanza de Oregón obliga a EE UU a responder a la ola de violencia infantil

Un segundo estudiante, Ben Walker, de 16 años de edad, falleció ayer como consecuencia de las heridas de bala recibidas el día anterior en la cafetería del instituto Thurston, en Springfield (Oregón). Con él, son ya cuatro sus víctimas mortales. Otra media docena de chavales seguían luchando contra la muerte en centros hospitalarios. Entrentanto, el autor de la carnicería, Kip Kinkel, de 15 años, fue presentado ante un juez de Springfield y acusado de homicidio múltiple. Oregón prohíbe la pena de muerte para los menores de edad, pero Kinkel podría pasar el resto de su vida entre rejas.

El suceso del jueves en Springfield ha conmocionado a un EE UU que se interroga sobre el por qué de la racha de episodios violentos protagonizados por estudiantes en sus centros escolares. La facilidad de acceso a las armas y la cultura de la violencia difundida por el cine y la televisión son citados una y otra vez en los múltiples debates sobre el fenómeno, pero nadie apunta fórmulas prácticas para atajar la plaga.Como Pearl (Misisipí) y Jonesboro (Arkansas), Springfield es una ciudad pequeña -unos 50.000 habitantes- del corazón de EE UU. Y como los autores de las matanzas en las dos primeras localidades, Kip Kinkel es un niño o adolescente fascinado por las armas. El miércoles fue expulsado del instituto por presentarse en clase con una pistola. Ese mismo día declaró a sus compañeros que pensaba tomar revancha.

«Kip», contó Robbie Johson, uno de sus condiscípulos, «siempre decía que sería divertido matar a alguien. El miércoles nos dijo a un montón de gente que el día siguiente iba a hacer algo estúpido y que iba a vengarse de la gente que le había expulsado».

Hizo algo tremendamente estúpido y brutal. El jueves, Kinkel mató a sus padres en su casa de los suburbios de Springfield y luego se presentó en el instituto Thurtston con ropas paramilitares, un fúsil semiautomático del calibre 22, una pistola del calibre 38, otra del tipo Glock y varios cuchillos. Entró en la cafetería, donde unos 400 profesores y estudiantes participaban en un desayuno colectivo, y empezó a disparar a mansalva.

Antes de que un condiscípulo que practica la lucha libre lograra reducirle, Kinkel mató en el acto a Mikael Nickolauson, de 17 años, e hirió a 23 personas más. Uno de los heridos, Ben Walker, falleció ayer.

En la noche del jueves al viernes, cientos de profesores, estudiantes y padres de alumnos se congregaron en una vigilia frente al instituto Thurston. Un cartel rezaba: «¿Nunca aprenderemos?». El fusil empleado por Kinkel le pertenecía personalmente mientras que las dos pistolas eran de su padre, informó ayer el sheriff del condado.

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