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El FMI y el Banco Mundial acuden de nuevo en ayuda de Rusia para evitar su bancarrota

Los principales organismos financieros internacionales han acudido una vez más en ayuda de Rusia, el último país en el que quisieran ver reproducida la crisis asiática y que corre el riesgo de encontrarse en bancarrota. James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, y una misión del FMI se encuentran actualmente en Moscú estudiando la situación sobre el terreno, y han respaldado las medidas del Gobierno para hacer frente a los ataques contra la Bolsa y el rublo. Se da por prácticamente seguro que ambas instituciones plasmarán ese apoyo en nuevos créditos.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene previsto desbloquear en los próximos días un nuevo tramo de 100.000 millones de pesetas del préstamo a largo plazo de 1,5 billones ya concedido. En cuanto al Banco Mundial, Wolfensohn aseguró ayer que está dispuesto a conceder los créditos que necesite Rusia, un país en el que la institucion tiene "fe y confianza". Añadió que debe prestarse especial atención a los problemas sociales y a reducir un déficit presupuestario que podría terminar "hundiendo al país". El Banco Mundial exige ajustes.El Gobierno ruso intenta convencer a los inversores extranjeros de que la subida del tipo de interés de referencia hasta el 50% ha estabilizado los mercados de valores y evitado el peligro de devaluación del rublo. "Los especuladores intentan sacar partido de la crisis", aseguró ayer el primer ministro, Serguéi Kiriyenko, "pero controlamos la situación". Tanto él como el presidente del banco central, Serguéi Dubinin, son partidarios de utilizar la política monetaria para defender la moneda, aun a costa de subir los tipos hasta las nubes y de encarecer aún más el costo de la deuda.

James Wolfensohn, que ayer se reunió con Yeltsin y Kiriyenko, respaldó la forma en la que el Gobierno se enfrenta a la crisis y dijo que Rusia utiliza ahora mejor que antes los préstamos de la institución.

La realidad se halla a considerable distancia de cualquier manifestación de optimismo: la Bolsa se muestra ahora vacilante, pero descendió un 30% en apenas una semana; en el que iba a ser "el año uno del crecimiento", la producción se ha estancado; la recaudación de impuestos, aunque ha mejorado, se aleja de los cálculos del Gobierno, sin que la aprobación de un nuevo código fiscal esté aún a la vista; los ingresos por exportación de gas y petróleo han descendido en más de un 25% por la caída de los precios internacionales; el desfase presupuestario se agudiza con el aumento del costo de la deuda al que fuerza la subida de tipos, y la protesta social se extiende. Ya se habla de que los mineros, en huelga casi revolucionaria, pueden amenazar en cualquier momento con el bloqueo de Moscú.

El líder del Kremlin, Borís Yeltsin, y su inexperto jefe de Gobierno se reunieron ayer con los líderes de las dos Cámaras del Parlamento, Guennadi Selezniov (Duma) y Yégor Stróyev (Consejo de la Federación) sin encontrar una solución clara al conflicto. Dos viceprimeros ministros, Borís Nemtsov y Oleg Sisúyev, intentan en otras tantas cuencas carboníferas convencer a base de promesas a los mineros de que depongan su actitud.

Kiriyenko ha ordenado el envío a los principales focos del conflicto de 12.000 millones de pesetas (que se ahorrarán de gastos del Gobierno) para desactivar la protesta. Y ha anunciado que solicitará un nuevo préstamo al Banco Mundial dirigido al sector minero, aunque no precisó su cuantía.

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