Lengua y Literatura

El día 23 de abril invitamos al instituto en el que trabajo a un sabio, de provincias pero sabio, José Perona. Este profesor universitario vino a celebrar lo consabido, sin embargo supo dar una vuelta de tuerca al lugar común y disipar la pereza del auditorio. Para enseñar lo sabido, o no, ya tenemos las clases; a una actividad extraescolar hay que venir con una voluntad de estímulo y revulsión. Él la traía, no como un aderezo, sino con un sustento intelectual. Consiguió su propósito, y el nuestro, pero no crean que los alumnos lo adularon, al contrario, algunos hasta se enojaron. Entre éstos había estudiantes de tercero de ESO y otros mayores que cursaban ciclos formativos. Para ambos el motivo de su indignación fue conocer que años atrás Perona había publicado un libro titulado In silentium con todas sus hojas en blanco, vacío de letras y ruido. Al día siguiente pasamos parte de la clase intentando explicar esa y otras metáforas que habían quedado diseminadas durante la charla, dejando claro que aquello no era una manera de conseguir dinero, pues, como el propio autor recalcó, sólo se vendieron unos cuantos ejemplares.Cualquier profesor puede contar una anécdota semejante de su asignatura, ya que una de las dificultades, no menor, de los alumnos es distinguir lo metafórico, lo connotativo, lo abstracto o una simple ironía. Quizás en estos niveles la educación en conceptos sea sólo el reconocimiento de un lenguaje y de un metalenguaje científico y humanístico.

Todo esto lo digo, aunque parezca que no viene a cuento, porque quisiera proponer que se separaran de nuevo las clases de Lengua de las de Literatura, en horas distintas o en cursos distintos; ahora la última queda como un apéndice o ilustración de la Lengua. -