El dueño de un bar rescata a un recién nacido abandonado junto a un cubo de basura
Tres kilos de vida envueltos en una chaqueta negra y unas gasas. Eso fue lo que José Ubierna, de 40 años, descubrió a las 23.30 del martes en el callejón de la Ternera (Centro). El bebé, abandonado en el suelo, detrás de un cubo de basura, fue inmediatamente llevado por José, dueño de un restaurante cercano, a la casa de socorro situada en la misma calle. Los médicos limpiaron a la hambrienta criatura (cuando le acercaban el dedo lo chupaba) y lo enviaron al hospital del Niño Jesús, donde quedó ingresado. Su estado de salud era bueno.
Ubierna acababa de cerrar su restaurante, La Gaita, situado en la calle de Las Navas de Tolosa. Le acompañaban su sobrino Alberto Camiñas y su empleada Lucía Rodríguez. Tras la tromba, cuando la noche se había calmado y se respiraba un aire fresco, oyeron un llanto. Procedía de la esquina con la calle de la Ternera. "Parece un niño", comentó José a su sobrino.Al llegar al cruce, entre un cubo de basura y la pared, en un lugar frecuentado por mendigos, descubrieron un bulto. Sobre una arpillera, metido en una chaqueta de lana, lloraba y estiraba las manos un bebé. Alguien lo acababa de abandonar. José tembló. Corrió a la casa de socorro de la misma calle. Dentro había cuatro médicos. Uno salió y cogió a la criatura. José le acompañó al interior. También lo hizo Lucía Sanmartín, encargada de un mesón. "Me emocioné porque era muy mono. Mis hijas, luego, me decían que por qué no me lo quedaba", comentó.
En la casa de socorro, el bebé fue liberado de la chaqueta.Aún conservaba el cordón umbilical. Los médicos, acompañados de José y Lucía, le limpiaron amorosamente y le acercaron una lámpara para darle calor. Cuando el bebé veía un dedo, lanzaba sus manitas para cogerlo y chuparlo. Tenía hambre. Al poco tiempo, avisados por la casa de socorro, llegaron la Policía Municipal y una ambulancia del Samur. El pequeño fue trasladado al hospital del Niño Jesús, donde ayer permanecía en la sección de Neonatología. La criatura ha quedado bajo custodia de la Comunidad. En caso de que no aparezcan sus parientes, será acogido por una familia y finalmente dado en adopción. José, ayer, no podía olvidar al bebé. Decía que quería adoptarlo o apadrinarlo, aunque ya le habían comunicado que debería esperar (de hecho, la lista de espera de adopciones lleva más de dos años cerrada).
Pero José reflexionaba en voz alta: "En cuarenta años de vida nada me ha impresionado tanto. Para mí, esa mujer no es madre ni nada. ¿Cómo se puede tener el valor de dejar a un niño en el sitio más sucio de la calle, donde tiran todas las basuras?". En su restaurante, el televisor permanecía cerrado. José, solo, no quería ver el fútbol; sus pensamientos llevaban otra dirección.
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