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Tribuna:PUNTO DE VISTA
Tribuna
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No mezclemos

En Euskal Herria existen al menos dos conflictos que requieren un abordaje diferente y a la vez diferenciador: por un lado encontramos el conflicto político (o los conflictos políticos) y, por otra parte, el conflicto violento. El conflicto es inherente a la condición humana y a la vez positivo, a partir de diferencias ideológicas se puede derivar al uso de la violencia o a la lucha democrática por las propias ideas, lo que desmantela el absurdo de que la violencia es consustancial y necesaria en los diferentes conflictos, relegándola a la categoría de elección, bastante desafortunada por otro lado. En Euskal Herria existe un problema de raíz política consistente en las diferentes visiones en cuanto a la forma de articulación jurídico política de la misma, esto se refrenda una y otra vez en las urnas, apostando por una u otra opción política (véanse proyectos que van desde el independentismo vasco a la república federal, mejoras del estatuto de autonomía...) Toda esta pluralidad de proyectos de construcción de país es algo enriquecedor y positivo. La existencia de democracia y por lo tanto de conflictos supone que se pueda discrepar de una u otra decisión sin que esto sea incompatible con la aceptación del principio democrático. Si analizamos los agentes implicados en cada uno de los conflictos encontraremos la ruptura radical que hay entre ellos. En el conflicto político podríamos hablar de Euskal Herria (los términos también son sometibles a debate) y del Estado Español, aunque esto entra en el campo de la opinión y de lo relativizable como queda patente al ser consecuencia de una interpretación política. Así, la representatividad de estos dos sujetos estaría en las instituciones que los representan, que cuentan con el respaldo de la mayoría de la población y de los consensos sociales expresados en cada momento. Entre la sociedad vasca y navarra encontramos ciudadanos con ideologías y proyectos dispares, incluso antagónicos entre sí, que no tienen encaje en la Constitución, pero que siguen luchando y trabajando con medios pacíficos, desde la aceptación básica de que la existencia de democracia, no está ligada al triunfo de nuestros planteamientos. Es importante asumir que las leyes, entre ellas la actual Constitución, claro, son por naturaleza mutables. De hecho su existencia se justifica porque satisfacen la demanda de la ciudadanía en cada momento. Es por ello erróneo considerar cualquier propuesta de cambio de la misma como algo inconstitucional, si esa propuesta se expone de forma pacífica y se somete al principio democrático. En el conflicto violento los agentes son otros, son aquellos que han recurrido a la violencia como forma de impulso e imposición de sus ideas, frente a quienes por otro lado han aceptado el principio democrático. De la realidad vasca se puede mantener una lectura en clave de soberanía, antes, durante o tras la violencia, con y sin ella. Por lo tanto el conflicto político requiere una solución política al margen de la existencia de ETA, y a su vez ETA debe abandonar las armas y aceptar la defensa pacífica de sus propuestas, porque el conflicto de soberanía puede abordarse rechazando taxativamente la violencia, esto lo demuestra el hecho de que la mayoría de los ciudadanos vascos y navarros con proyectos políticos nacionalistas están en contra de la violencia. Así que no caigamos en el error que los victimarios nos quieren imponer, solucionando nuestros conflictos políticos al margen de la violencia: no se puede rechazar el diálogo político alegando como motivo su existencia, no se puede tratar la política penitenciaria como materia antiterrorista, ni asumir el acercamiento como un gesto de buena voluntad para los terroristas; demandas profundamente democráticas y que gozan de amplios consensos sociales son mediatizadas por la sutil infiltración de la lógica de la violencia. Esta y un sin fin de actuaciones son las que día a día no hacen sino enmarañar asuntos que no deberían mezclarse y que provocan la recidiva del odio, del rencor y de la falta de empatía, únicas actitudes sustentadoras de la violencia.

Rafael Guijarro Ceballo. Comisión de Universidades de Gesto por la Paz.

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