El fotógrafo economista
Antes de entrar a formar parte de las agencias de noticias gráficas Gamma y Sygma (ambas con sede en París), Sebastiöao Salgado estudió derecho durante un año, licenciándose en economía en las universidades de Söao Paulo y Vanderbilt en Estados Unidos (1968). Después trabajó durante un breve periodo para el Ministerio brasileño de Finanzas y para la Organización Internacional de Café de Londres (1971-1973). Más tarde preparó un doctorado en economía agrícola en la Universidad de París, y en 1970 toma sus primeras fotos. Su ingreso en Magnum (1979) fue determinante para su carrera, alcanzando el grado de miembro asociado en 1984. El abundar en el perfil académico de Salgado no es gratuito porque desde él se puede entender mejor la globalidad de su proyecto fotográfico. En las diferentes etapas de su prolífica trayectoria constantemente ha sabido enfrentar la belleza del documento fotográfico con la aridez de un mar de números estructurados en estadística. El fotógrafo-economista siempre ha estado convencido de que «habían caído los modelos de sociedad que utilizaban a la clase trabajadora, pero no la izquierda, que es una manera de pensar». Y plásticamente sus fotos -como las que captan la arqueología del trabajo o las realizadas en Sahel para Médicos Sin Fronteras- son registros de militancia, fotos de izquierdas cargadas de ideología y que sirven de radiografía de unos números que no cuadran. Imágenes que contienen una alta dosis de rebeldía aliada a la belleza, pese a las críticas de algunos sectores como la que hiciera, más contundentemente, la revista New Yorker (en su número del 9 de septiembre de 1991) que manifestaba la contradicción entre los argumentos de sus instantáneas y el hecho que se colgaran en las lujosas paredes de museos y galerías o se reprodujeran en papel cuché.
Uso de la imagen
Salgado ha sabido usar la imagen como Gramsci el derecho, de forma alternativa, y lo hace desde la perspectiva global no de una sola sociedad -en términos absolutos-, sino desde la visión de la coexistencia de múltiples sociedades y, ante todo, apostando por las manifestaciones atávicas con las que convivimos, en vías de extinción, y que hay que perpetuar. Desde su primera colección, realizada en un barrio marginal de París, La Cornevue, hasta su inventario fotográfico, hecho en 26 países, sobre el sistema productivo mundial y las transformaciones sociales con sus efectos sobre los principales sectores económicos, manifiestan la influencia ejercida por el fotógrafo Eugene-Smith. Su archivo es inmenso, con miles de negativos, muchos de ellos sin positivar, y el proceso de selección que emplea -en el que tiene un papel determinante su esposa, Leila- poco sabe de digitalizaciones y tecnologías , salvo los repasos que realiza periódicamente de sus pequeñas copias apiladas en cajas. Hace unos años comentaba que «cada vez que repasaba las hojas de contactos o las fotos que guarda en una caja descubre algo nuevo en ellas: un personaje, un rostro, un gesto que le había pasado inadvertido al disparar, un detalle del vestido...».
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