La izquierda, según Guerra
El ex vicesecretario general del PSOE publica un 'Diccionario de la izquierda' en el que no se nombra a Felipe González
No hay famélica legión que se ponga en pie. Ni hoz y martillo. En el Diccionario de la izquierda de Alfonso Guerra, que la próxima semana publica Planeta, no existen definiciones para términos tales. Pero él justifica ésta y otras ausencias. Algunas, estruendosas.Nadie -él tampoco- puede pretender escribir un libro imparcial, blanco, inmaculado. Y menos cuando se habla de la propia ideología. No. Es un libro sectario, parcial, propio, de autor. ¿Y qué? Tal vez a eso se deba que en vez de la famélica legión sean los esclavos sin pan los que se pongan de pie en La Internacional de Guerra, que él incluye en el diccionario.
Si no hay herramientas comunistas, en el libro de Guerra sí aparecen el puño y la rosa, símbolos del socialismo moderno. Y si no se encuentra en el diccionario el nombre de Alfonso Guerra ni el de Felipe González -¿quizás por humildad compartida?- a cambio se incluye el de François Mitterrand. Y también están con acepción propia el de Ché Guevara, Lenin, Mao o Fidel Castro
Los términos que Guerra ha seleccionado son una excusa para ir de un lado a otro de su izquierda Dice de Castro, entre otras cosas: "Quienes tienen oportunidad de conocerle, fácilmente quedan prendidos en sus redes, pues se trata de un seductor". Y añade que "el balance es un personaje histórico excepcional (único, irrepetible)".
También está Santiago Carrillo -uno de los escasos personajes españoles que recoge en sus páginas- que logra un par de líneas al hablar de eurocomunismo. Está Pablo Iglesias, del que habla con absoluta devoción. Y en el que empieza y acaba la nómina de socialistas españoles.
Así que hay ausencias, aunque también haya presencias muy clarificadoras. Tal vez por lo que él mismo reconoce en su prólogo: "A la hora de reflejar en una nómina los nombres de las personas que han sido significativas para la historia de la izquierda, la elección se hacía aún más complicada, pues por poco flexible que quisiera ser, la lista se hacía interminable. Hube de optar por lo contrario, a riesgo de que los lectores no encuentren algunos nombres que esperaban".
No es que se trate de un diccionario al uso, ni un diccionario -lo dice el propio Guerra- académico. Pero, aunque se niegue a sí mismo que ha hecho un diccionario erudito, lo cierto es que sí hay mucho de erudición de izquierdas o, cuando menos, de divulgación de una cultura de izquierdas. Ha querido "que el libro sea útil para los que han vivido la experiencia de la izquierda, en la izquierda o fuera de ella, y que resulte interesante a los jóvenes que han crecido en un clima de renuncias políticas que les habrá impedido comprender muchas de las razones de la izquierda que, a pesar de todo, hoy siguen tan o más vivas que ayer".
A veces una izquierda en la que, como Guerra escribe con un agrio sentido del humor, "todas las dificultades se concretan en un desgraciado accidente temporal: Las banderas de la izquierda están, en muchos casos, arriadas, o aún peor, a media asta (¿en señal de duelo?), y las que están izadas no encuentran fácilmente portaestandartes dispuestos a ondearlas".
Habla, efectivamente, de banderas. De banderas rojas. Una de las acepciones es rojo. Y dice: "Radical , revolucionario, perteneciente a la izquierda ideológica y política" "El término rojo procede de la utilización por parte de los movimientos revolucionarios de la bandera de color rojo". Y sigue: "En España la calificación de rojo se ha instrumentalizado por las derechas como representación de la barbarie. Para significar la grandeza del hombre de Estado se dijo: Prefiero una España roja a una España rota, lo que equivalía a decir: aún con todo, prefiero la tragedia de una España gobernada por republicanos, socialistas, de izquierdas, antes que la división del territorio hispano". Y añade con ironía: "Hoy, a la vista de las últimas actitudes de las derechas españolas, tal vez su lema sería el inverso: Prefiero una España rota, a una España roja".
La ironía de Guerra se manifiesta a lo largo de todo el libro. Y un cierto desaire hacia lo que podría entenderse como lo políticamente correcto. Así, cuando habla del feminismo y pone en solfa batallas como la de "feminizar la morfología del lenguaje". "Si al sustantivo médico le corresponde médica, igualmente a periodista habría de corresponder periodisto", escribe. "Empeños como éstos", concluye, provocador, "no conducen a la liberación sino a la destrucción del lenguaje por una norma impuesta de manera extralingüistica".
En cualquier caso, Guerra, que critica la falta de presencia femenina en los partidos también se muestra escéptico sobre la cuota como fórmula para resolver el problema.
Capitalismo, dialéctica, Estado, Tercer Mundo, terrorismo, tolerancia, utopía, son algunos de los términos del escaso centenar de palabras que Guerra incluye en su libro conforme al criterio que él mismo explica en el prólogo: " Este es un diccionario político de autor, tal como se aclara en el título de la colección que lo publica (...) La libertad de elección es el argumento principal. Para seleccionar los términos y para definirlos".
Y tanto. Cuando habla de izquierda y derecha cae casi en el maniqueísmo. Pero ¿acaso no es su definición? Dice de la izquierda: "Se designa con el nombre de izquierda a los grupos políticos y personas que defienden cambios sociales de progreso y mantienen actitudes de solidaridad con los demás, fundamentando sus acciones en la fuerza moral de la igualdad de los seres humanos". ¿Puede alguien negarlo?
Y de la derecha: "Se designa con el nombre de derecha a los grupos políticos y personas que mantienen posiciones de inamovilidad social y una actitud poco solidaria con los demás, fundamentándose sus acciones en la defensa de intereses personales y de grupo". Y prosigue con sarcasmo: "El procedimiento más claro para identificar a los que ideológicamente se sitúan en la derecha consiste en preguntar si creen que la división en izquierda y derecha existe aún. Si la respuesta es que ya no tiene sentido, el que habla es, con seguridad, un hombre de derecha".
¿Alguien se atrevería a plantear la pregunta a algunos dirigentes de izquierdas? Sin duda, se trata de una trampa de Alfonso Guerra para identificar dónde están algunos compañeros suyos. Fijo.
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