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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rendición y ajuste de cuentas

LA POLÍTICA es la única actividad en la que no se considera de mala educación elogiarse uno mismo. El presidente Aznar se puso por las nubes el otro día al celebrar la entrada de España en la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria, y lo mismo cabe decir de la comunicación enviada ayer por el Gobierno con vistas al debate de la semana próxima sobre el estado de la nación. Aznar ya dio pruebas en Bruselas de que no practica la generosidad con el adversario, ni siquiera en dosis homeopáticas. Allí, todo el escenario era suyo. No será así en el debate sobre el estado de la nación que se inicia el martes, donde tendrá enfrente a José Borrell, la estrella ascendente del PSOE, que se estrena en un debate de política general.La primera confrontación directa entre el candidato socialista y Aznar es el principal atractivo del debate de este año, que coincide con el ecuador de la legislatura. Aunque es el presidente quien rinde cuentas, y la oposición la que trata de ajustárselas al Gobierno, el examen concierne esta vez a ambas partes. También Borrell se examina, y ese hecho determinará probablemente el tipo de defensa que Aznar haga de su gestión. Así se apunta en la comunicación presentada ayer y en las declaraciones del presidente y de algunos de sus ministros en las últimas horas.

Dando por descontado que la medalla principal a exhibir es la de la buena situación económica, simbolizada por el acceso al club del euro, el mensaje complementario es que la estabilidad política que ha permitido ese éxito está garantizada por la alianza con los nacionalistas, mientras que el socialista Borrell no podrá pactar con nadie, a no ser que acepte el programa de Anguita, lo que supondría un giro a la izquierda. Se trata, por tanto, de subrayar los componentes centristas -cohesión social, reforma fiscal, diálogo con los nacionalistas- de la política gubernamental como antítesis de la ruptura que simbolizaría Borrell. Es sintomático que en un debate televisivo de resultados de esta primera mitad de la legislatura celebrado el lunes, el Gobierno -es decir, el encargado de su imagen, Miguel Ángel Rodríguez- enviase a Rato, Mayor Oreja y Arenas (junto con Loyola de Palacio): los tres ministros con una imagen más centrista y también de mayor eficacia, contrapunto del sectarismo a machamartillo simbolizado por Álvarez Cascos y el propio Rodríguez.

Hace un año, al cumplirse el primero de Aznar en La Moncloa, el mensaje fue que España va bien. Ahora, a dos años de las elecciones, la idea es que las cosas pueden ir mejor si hay continuidad. Que se creará más empleo, especialmente para los jóvenes, que bajarán los intereses de las hipotecas y también los impuestos. Un mensaje especialmente dirigido a ese sector del electorado moderado que en su día votó a Suárez; luego, a González, y desde 1993, a Aznar. El interés principal del debate consiste en comprobar si Borrell es capaz de disputar ese espacio del que depende la mayoría electoral, rompiendo la imagen de radical con la que intentará marcarle la derecha.

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La cuestión de los impuestos -que enfrentará a un ex secretario de Hacienda con un ex inspector fiscal- será seguramente el terreno principal de esa batalla de neto sabor electoral. Frente a Borrell, Aznar no podrá abusar de la herencia recibida o del y tú más a la hora del resultado en asuntos que la comunicación adelantada ayer esquiva cuidadosamente: la corrupción y el nepotismo aflorados en las administraciones del PP, la resistencia a asumir responsabilidades políticas en asuntos como el de las escuchas, Doñana o la hepatitis, los incumplimientos en materia de nombramientos -director de RTVE, fiscal general-, vuelta atrás del medicamentazo e tutti quanti .

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