¿Quién paga la ermita?
Polémica en un pueblo madrileño por las deudas de una iglesia construida por el alcalde
Si no fuera por el lío que se ha montado en el pueblo madrileño de Colmenar de Oreja por la construcción de una ermita dedicada a san Isidro, esta polémica obra sería una mera cuestión familiar. Pero los 5.600 vecinos están completamente divididos a la hora de acordar quién debe pagar el templo que el alcalde, Antonio García (independiente), y sus familiares han levantado a las afueras de la localidad. Miriam García, la hija del regidor, fue la arquitecta que diseñó este edificio, valorado en 40 millones de pesetas. García, que es constructor, se encargó de ejecutar las obras. Un hermano suyo y Francisco Haro, concejal del equipo de gobierno, aportaron parte de los materiales. Tras acabar la obra, el alcalde ha cedido el suelo municipal donde se levanta la ermita (unos 500 metros cuadrados) a la Cofradía de San Isidro, de la que es miembro. Pero esta organización se muestra remisa a aceptar el regalo municipal. Fuentes de la cofradía, que prefieren mantener el anonimato, comentaron ayer: «Hay quien dice que tenemos que pagar nosotros los 40 millones que ha costado la obra, y hay quien afirma que sólo tenemos que pagar cinco. Sea como sea, lo único claro es que la cofradía no tiene ni un duro. Somos 400 miembros y nuestras cuotas son de 250 pesetas anuales».
El alcalde replica: «La cofradía sólo tiene que poner los cuatro o cinco millones que faltan. Con las limosnas que los vecinos dejan en los cepillos de la ermita se puede cerrar la deuda».
La historia comienza en noviembre de 1991, cuando el pleno aprueba por unanimidad construir el templo sobre los terrenos que ocupaba un vertedero municipal, según habían reclamado unos 300 agricultores de la localidad. El Ayuntamiento sólo pone una condición: que la obra no cueste nada a las depauperadas arcas municipales.
«Por eso me encargué yo mismo de hacer las obras», señala García. «He puesto de mi bolsillo ya unos 15 millones de pesetas. Y no voy a reclamarlos. También han aportado dinero, y no lo pedirán, el concejal Francisco Haro y el constructor Crescencio Cruz, que es amigo mío. Sólo quedan por pagar cuatro o cinco millones, que son de proveedores que sí quieren cobrar», añade.
El Partido Popular, en la oposición en Colmenar, afirma que García ha utilizado el proyecto de fin de carrera de su hija para construir la ermita, algo que García niega, mientras cuenta: «Ella diseñó como proyecto de fin de carrera una terminal de aeropuerto. Los planos de la ermita son muy posteriores. Le encargué el proyecto porque es la única que no me lo iba a cobrar».
Los alrededores de la ermita han sido acondicionados con 35 millones de pesetas concedidos por la Comunidad de Madrid para ajardinar y rehabilitar una bella fuente cercana, construida en el siglo XVII, y que recibió una mención especial en la II Bienal de Arquitectura. «Íbamos a pedir el dinero para sellar el vertedero donde queríamos levantar la ermita, pero para eso no nos lo daban. Por eso tuvimos que pedirlo para ajardinar la zona», reconoce el alcalde.
La ermita es un edificio construido totalmente con piedra de Colmenar, un tipo de granito blanco. Su aspecto exterior asemeja al de un cubo. «Su apariencia imita a los antiguos hornos de cocción de tinajas, que eran muy típicos de Colmenar, y que apenas quedan», asegura Antonio Garrcía.
El templo está dotado de una curiosa cascada interior. Al encender un mecanismo eléctrico, tras el altar aparece un salto de agua del ancho de la iglesia, agua que, según el regidor, « hace referencia a la necesidad que de ella tienen los agricultores, de los que san Isidro es el patrón». Fuentes de la cofradía mostraron ayer su satisfacción por la construcción de la ermita, si bien aseguran que «hay algo que no cuadra en ella. El Ayuntamiento ha colocado una lápida en su interior donde no se hace referencia a los responsables de la cofradía, que somos, hipotéticamente, los dueños del templo. En cambio, con letras muy grandes, aparece el nombre de la hija del alcalde».
El PP aseguró ayer que la cofradía no existe legalmente y que, por tanto, no puede aceptar ninguna cesión. Desde ella se reconoce que sus estatutos «no están al día», aunque «llevan así 400 años».
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