EL FUTURO DEL PARTIDO SOCIALISTA Juntos y a tiempo
"El socialismo es un proyecto de felicidad para el hombre", rezaba la Resolución Política del 29 Congreso del PSOE. El socialismo es también un proyecto de felicidad para los socialistas, podemos decir en todo momento. Y las primarias se han convertido en un mecanismo para concretar las aspiraciones de felicidad de los militantes, podemos constatar hoy, en los comienzos de una nueva y brillante primavera para el PSOE. El PSOE es hoy un partido feliz, siendo así que hace pocos meses todos los socialistas nos sentíamos desgraciados: en el país no nos miraban bien, teníamos sentimientos de diversas culpas, el padre nos acababa de dejar bastante solos y, además, nuestras perspectivas de encontrar un nuevo lugar en el mundo eran poco favorables. Hoy las cosas son radicalmente diferentes: las gentes de todas las edades nos miran con una nueva luz en los ojos, tenemos la seguridad de que nuestras culpas pertenecen al pasado, hemos encontrado liderazgos sólidos para el futuro y estamos casi seguros de que podemos volver a ser responsables de la cosa pública en España. Ahí es nada. ¡Borrell supera en 10 puntos a Aznar en las preferencias del electorado como candidato a la Presidencia del Gobierno! Y esto no ha hecho más que empezar. Las Primarias 98 del PSOE han tenido diversos efectos, aparte de servir para elegir a Borrell como candidato a la Presidencia del Gobierno. Han servido para regenerar la imagen ante la sociedad; han servido para que los militantes se expresen con toda libertad; han servido para que se demuestre, con el voto, que el ejercicio de la libertad es, también y siempre, un ejercicio de madurez, de responsabilidad y de sensibilidad colectiva; han servido para que todos se ofrezcan razones, contrarrazones, argumentos y contraargumentos sin romper la baraja en ningún momento; y han servido, entre otras cosas, para que se demuestre que los socialistas no entienden el partido como un instrumento al servicio de sus respectivas carreras y aspiraciones personales, sino como un instrumento para atraer la confianza de los ciudadanos hacia las ideas y hacia los dirigentes. Nadie tiene derecho, a la vista de los resultados, a poner en peligro la felicidad actual de los socialistas y las esperanzas de los españoles en el futuro. Nadie está legitimado a dilapidar el capital que ha sido acumulado en tan poco tiempo, desde que Almunia decidió ponerse a sí mismo en competencia posible con otros y desde que Borrell se atrevió a intentar coger en sus manos la estrella del destino. Es verdad que las cosas no serán, nunca más, iguales a como han sido en el pasado, pero ni la Historia ni nuestros contemporáneos perdonarían que no se continuara dando la talla que ha sido mostrada en estos días pasados. Nadie entendería, por ejemplo, que cualquier socialista o grupo de socialistas pretendiera utilizar los resultados para debilitar a las actuales direcciones, bajo el pretexto de que puedan haber quedado más o menos desautorizadas o con la excusa de que puedan haber cometido alguna equivocación. Nadie entendería, tampoco, que, en unos momentos que son gozosos y enriquecedores, hubiera sectores de la dirección que se sintieran en peligro y que reaccionaran con enroques y cerrazones ante la riqueza de nuevos impulsos en presencia. En estos momentos, la grandeza de los dirigentes se medirá por su capacidad para seguir gestionando con generosidad la nueva situación creada. Como dijo una vez Felipe: "Lo importante no es llegar los primeros ni ser los únicos, sino llegar todos juntos y a tiempo". Y contentos, por tanto. Juntos para poder seguir sumando voluntades internas y externas. A tiempo, porque es preciso dar respuesta, sin tregua, a los retos inmediatos: elaboración de alternativas programáticas, elecciones vascas, elecciones catalanas, elecciones municipales, elecciones generales... y lo que caiga. El socialismo español cuenta ya con Borrell. El PSOE necesita contar con Almunia. Borrell ha conseguido el apoyo de la mayoría de los afiliados socialistas y ha generado la ilusión y el entusiasmo de la sociedad. Almunia se ha situado en una posición de autoridad moral que lo eleva muchos codos por encima de cualquier otro dirigente de la organización. Para que el socialismo sea creíble y movilizador son necesarios, simultáneamente, los apoyos y la autoridad moral. Para que el PSOE ocupe su espacio y se ajuste a los tiempos conviene, asimismo, que los dirigentes demuestren -a la sociedad y a los militantes- que las responsabilidades en la dirección se asumen al servicio del proyecto colectivo. JOSÉ RODRÍGUEZ DE LA BORBOLLA
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