A 15 minutos de taxi
La distancia que hay entre la fantasía y la realidad son 15 minutos de taxi. La fantasía está instalada en Sevilla Este, donde inauguraron ayer la feria Mundial del Toro; la realidad, en Sevilla Centro, donde se encuentra la plaza de la Maestranza.
En la Feria Mundial del Toro, la retórica y la imagen virtual; las faenas camperas; los panegíricos al toro bravo y a quien lo cría; fastos inaugurales con asistencia de la realeza; apoteosis final con la entronización del becerro de oro. Pero se coge allí un taxi y en sólo 15 minutos de trayecto se llega a la plaza de la Maestranza donde sueltan al toro que en realidad crían y resulta que es la vergüenza nacional.
Extraña que en vez de Feria Mundial no la llamaran Feria Universal, que suena más grandioso. Si se trata de dar imagen guay, todo el universo es válido, las galaxias también. Feria Galáctica del Toro: maravilloso nombre. O, mejor aún, Feria Galáctica del Toro del Tercer Milenio, que podrá utilizarse con propiedad en cuanto doble ese año 2000 que ya está próximo.
Núñez /Finito, Morante, Mariscal Cinco toros de Joaquín Núñez (en el reconocimiento rechazaron otros cinco), sin trapío, anovillados, flojos, inválidos 3º y 5º -éste devuelto-, manejables
De Gavira: dos sobreros, uno devuelto por inválido, otro enterizo; 6º, sin trapío, inválido total.Finito de Córdoba: media y descabello (aplausos y saluda); estocada trasera (escasa petición y vuelta). Morante de la Puebla: estocada ladeada (oreja); bajonazo(silencio). Luis Mariscal, que tomó la alternativa: dos pinchazos -aviso con dos minutos de retraso- y estocada caída perdiendo la muleta (algunas palmas); estocada; se le perdonó un aviso (algunas palmas). Plaza de la Maestranza, 23 de abril. 6ª corrida de feria. Tres cuartos de entra
Lo que en la Maestranza y en las restantes plazas lidien, nada tiene que ver. Si los toros salen sin trapío y sin redaños, si llegan descastados e inválidos, no hay cuidado de que a nadie importe. Todo tiene remedio: se diseña una campaña de imagen, se activan los lobbys que hagan al caso, se monta una ceremonia de alto rango y asunto concluído.
La realidad y la ficción tienen confusos límites cuando funcionan las campañas de imagen. Claro que a veces la evidencia es tan aplastante que convierte las campañas de imagen en una ruinosa inversión, en un clamoroso ridículo. Sin ir más lejos: los toros que se lidiaron ayer tarde en la Maestranza, desmentían todo cuanto pudo proclamar por la mañana la feria mundial.
Los toros de Joaquín Núñez que se lidiaron en la Maestranza no tenía trapío, tampoco fuerza, de casta anduvieron escasos, los hubo que arrastraban una penosa invalidez. Salieron al final sobreros de Gavira y aún era peor. Los sobreros, aborregados y moribundos -salvo uno, que pido pelea-, llegan a presentarlos en la feria mundial, delante del Príncipe de Asturias -que allá estuvo-, y tenemos un problema de Estado.
Con esos toros tomó la alternativa Luis Mariscal, que estuvo valentón en el toreo de rodillas, poco inspirado en el que intentó de pie, excesivo en la producción seriada de los pases.
Morante de la Puebla cortó una oreja del tercero, que se caía continuamente, y esta carencia restó méritos a su faena, desde luego ligada y en algunos pasajes excelentemente templada. Al quinto le instrumentó cuatro tandas de naturales bastante deslucidas, pues menudearon los enganchones, faltó ligazón y apenas consiguió acoplarse a la borreguez del animal.
A Finito de Córdoba le empujaba el público hacia el triunfo, y hacía bien. Es una lástima que torero tan bueno se malogre por la falta de sitio. Al segundo toro de la tarde le instrumentó buenas verónicas ganado terreno, y la primera parte de la faena, con unos ayudados por bajo y unos derechazos de correcta factura, poseyó enjundia. Luego perdió el temple, o acaso le invadió el desánimo, y el trasteo se vino abajo. Recuperó la moral en el cuarto toro, cuya mansa boyantía le valió para torearlo recrecido y esforzado.
El toricantano Luis Mariscal recibió de rodillas a los dos de su lote, al primero con una larga cambiada a porta gayola, al otro con tres faroles y a éste aún lo corrió por rogerinas. Sus faenas de muleta poseyeron buenos principios pero no las veía el fin. En la primera se le advirtieron dificultades para templar y reunir; en la segunda el toro se le moría a chorros, y el público acabó pidiéndole que lo rematara, por favor. Hizo el favor y lo remató.
Casi tres horas había durado la función. El público salió defraudado por el comportamiento de los toros, pero eso tenía remedio. A 15 minutos de taxi se los podían enseñar más rozagantes y bucólicos. Y, de paso, contarle el cuento de la buena pipa.
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