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Reportaje:

Pánico en la Riviera italiana

Temor a que el asesino de dos jovenes sea el mismo que ha matado a cinco prostitutas este año

La misma arma, una pistola del calibre 38. El mismo espantoso ritual, un tiro en la nuca. El mismo sexo y edad de las víctimas, dos mujeres de 32 años. Idéntico lugar del crimen: los servicios de dos trenes que recorren la Riviera italiana. El temor a que un asesino en serie, un perturbado que golpea sin móvil aparente, ande suelto en los ferrocarriles del Estado se ha desatado en Italia. La alarma estalló el sábado por la noche tras. el hallazgo del cuerpo sin vida de Maria Angela Rubino en el lavabo de un vagón del tren Génova-Ventimiglia. Arrodillada, con los pantalones bajados, la joven presentaba un único impacto de bala en la parte posterior de la cabeza. Su bolso de mano acababa de ser localizado por empleados del ferrocarril, abandonado en otro vagón. El asesino debió envolver la pistola del calibre 38 en la chaqueta de la joven antes de dispararla a bocajarro, para amortiguar el ruido del disparo. Exactamente igual que en la horrible muerte de Elissabetta Zopetti, asesinada en los servicios del Intercity Venecia-La Spezia el domingo de Resurrección. Dos crímenes que han movilizado a lo más granado de la policía criminal italiana en la búsqueda del que, según especulan los medios de comunicación, puede ser un asesino en serie. Porque, lo que la cumbre policial y judicial reunida ayer en Génova, capital de la Liguria, pretende establecer es si existe una conexión entre los recientes asesinatos de Elisabetta Zopetti y Maria Angela Rubino y los de cinco jóvenes prostitutas extranjeras, ocurridos desde principios de año en la misma, zona.

Para los investigadores más cautos, como Giuseppe Maddalena, que dirige la sección científica de la Criminalpol, la hipótesis del serial killer es sólo eso, una hipótesis. Sobre todo por las grandes diferencias entre los casos, empezando por la actividad que desarrollaban. las víctimas. Elisabetta, enfermera del Instituto de Tumores de Milán, estaba casada y tenía una hija de tres años. Su marido y la pequeña la habían despedido el domingo 12 de abril en la estación de Chiavari, poco antes de subir al Intercity Venecia-La Spezia con destino a Milán. Elissabetta no llegaría nunca. Un desconocido armado la siguió hasta los servicios del tren, abrió la puerta con una llave maestra y le disparó en la nuca. En cuanto a María Angela Rubino, una joven llamativa de familia siciliana residente en Ventimiglia, que había trabajado como limpiadora y que ahora, cuidaba a los niños de un matrimonio de Mónaco, todos los testimonios apuntan a la normalidad laboral más absoluta. La tarde del sábado regresaba a casa en tren después de asistir al funeral de su tío.

Las cinco víctimas de marzo y abril parecían ajustarse, en cambio, al lamentable balance de la crónica de sucesos. Todas ellas extracomunitarias llegadas a Italia en busca de una vida mejor, pero atrapadas como centenares de otras chicas en la rueda mortal de la prostitución organizada.

Antes de producirse los crímenes del tren, la policía manejaba la hipótesis de que las cinco jóvenes, obligadas todas a arrodillarse antes de recibir el tiro mortal en la nuca, fueran víctimas de un asesino en serie que golpeó por primera vez en febrero de 1997, cobrándose dos vidas. Otra posibilidad barajada por los investigadores era el ajuste de cuentas entre bandas rivales por el control del negocio en la zona. Génova ha sido escenario en los últimos meses de numerosos asesinatos de corte mafioso que han desatado la alarma en la región. En todo caso, el único nexo entre unos y otros crímenes es el uso de una pistola del calibre 38, después de todo un arma común en los ambientes del hampa.

El comisario de Génova, Francesco Colucci, descartaba ayer la posibilidad de que se encontrara la misma persona tras la fría "ejecución" de Stela Truja, Donika Hoxhollari y, más recientemente, Kristina Vallo, tres albanesas de 25, 25 y 21 años, respectivamente; Liudmila Zuskowa, ucrania de 23, y Tessy Adodo, nigeriana de 28 años, y la de las dos jóvenes asesinadas en los trenes. Lo que está claro es que entre las víctimas del segundo e hipotético serial killer hay que contar también a la maltrecha red de ferrocarriles italiana, sacudida por una plaga de retrasos, accidentes y averías. Un asesino a bordo era lo único que le faltaba.

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