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Reportaje:MUERE OCTAVIO PAZ, EL GRAN POETA DEL PENSAMIENTO

Todo Mexico llora la muerte de Octavio Paz

El cadáver del escritor, fallecido a los 84 años de un cáncer, fue velado en el palacio de Bellas Artes de la capital

Juan Jesús Aznárez

El escritor Octavio Paz falleció de cáncer, apenas dos semanas después de cumplir 84 años, a las 22.35 del domingo (madrugada del lunes en España) en su casona de la calle de Francisco Sosa de la Ciudad de México, en el entorno colonial de Coyoacán. La agonía del poeta mexicano más profundo desde Sor Juana Inés de la Cruz no fue apacible. Sus allegados testimoniaron momentos de dolorosa postración, el sufrimiento causado en las articulaciones por una dolencia cuyo tratamiento le apartó definitivamente del público en diciembre del pasado año, fecha de la inauguración de la Fundación Octavio Paz. El patronato promoverá la obra y el pensamiento de un intelectual que se manifestó políticamente a contracorriente de su época y encajó un alud de censuras cuando denunció tempranamente los campos de concentración y totalitarismo soviéticos o el curso de la revolución cubana. "Su semblante era de paz decía ayer una de los íntimos de la familia al comentar el aspecto del cadáver antes de su traslado al palacio de Bellas Artes, donde fue ovacionado en un homenaje póstumo y multitudinario de sus compatriotas. Posterionnente sus restos fueron llevados al Panteón Español donde fueron incinerados y después se trasladaron las cenizas a la Fundación Octavio Paz. Su viuda, Marie Jo, recibió en casa las condolencias de destacadas figuras de la lintelectualidad nacional, entre ellas, Ramón Xirau, Marco Antonio Montes de Oca, Eduardo Elizalde o Carlos Monsvais. Gobierno, oposición, poetas, pintores, amigos y quienes disputaron sus criterios y señalamientos políticos, reconocían la envergadura moral del fallecido. Aunque esperada, su desaparición conmocionó a México.

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Una curiosidad universal

Meses atrás ya se sabía que de ésta no salía el premio Nobel de Literatura en 1990, abierto crítico de las dictaduras comunistas y, más tardíamente, y a intervalos, la vivida en su patria. "Sirvió a México, y mucho, con su ejemplo de valor y crítica al poder público", declaró el presidente, Ernesto Zedillo, durante el homenaje al que asistió como emocionado orador el poeta chileno de 80 años Gonzalo Rojas, ganador el 31 de marzo del primer Premio Octavio Paz de poesía y ensayo.

Depresión

El 21 de diciembre de 1996, un incendió en el piso de Cuauhtémoc destruyó parte de su querida biblioteca, y quebrantó el ánimo del autor de El laberinto de la soledad. "Los libros se van como se van los amigos", dijo. Pasto de las llamas, perdió volúmenes de Rubén Darío, Manuel Díaz Mirón y Manuel José Othón, y cuadros de sus amigos Juan Soriano, Gunther Gerzso o Roberto Malta. El desastre le sumió en una profunda depresión y mermó su resistencia física porque no sólo ardieron textos de autores de su consideración, sino la bibliografía heredada del abuelo Irineo, o la primera edición de México en la obra de Octailo Paz. Vivió en la suite de un hotel del barrio de Polanco hasta su ingreso, en febrero de 1997, en el Instituto Nacional de Nutrición para "un examen médico de rutina". Le descubrieron una hipertrofia prostática. Viajó a EE UU, a la clínica Mayo de Rochester. De vuelta a México, ingresó en el Hospital Central Militar. Pese al bajonazo del espíritu, y en lo posible, muy poco, atendió sus quehaceres literarios. El palacio de Bellas Artes, máximo exponente de la cultura nacional, fue ayer enlutado con dos grandes lienzos negros, y miles de personas acompañaron al féretro, escoltado por policías del Estado Mayor presidencial y un duelo generalizado. Un mexicano anónimo declamó poemas de Paz frente al magno edificio. En la primera guardia de honor del velatorio formaron en los flancos del féretro el historiador Enrique Krauze, el filósofo Alejandro Rossi, el ensayista Teodoro González, el director del Instituto Nacional de Bellas Artes, Gerardo Estrada, y el presidente del Consejo Nacional para la Culura y las Artes, Rafael Tovar. Si la familia lo aprueba, anticipó el alcalde de la capital mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas, los restos incinerados del sabio descansarán en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Nada convencional

El hermetismo sobre su ocaso físico y las sesiones de quimioterapia dispuestas por el oncólogo Rafael de la Huerta condujeron a sombrías conjeturas. El pensador fue descrito por su esposa como un hombre nada convencional, ni machista, ni pedante, ni oportunista, ni prudente, ni fanfarrón, ni mentiroso; más bien es colérico, divertido, legal, generoso, detesta la mezquindad, es intransigente en la creación, riguroso consigo mismo y tolerante con los demás. ''Pero, gracias a Dios, ¡no es un santo!" Las alarmantes noticias sobre su grave desfallecimiento interrumpieron el absoluto reposo ordenado por los médicos. Paz, aquejado también por una flebitis severa, decidió conceder una entrevista al escritor Guillenno Sheridan para informar al mundo que estaba vivo y lúcido. Paz comentó la aparición de la antología fonográfica Travesías, tres lecturas, un libro guía y tres discos con 40 poemas suyos, algunos de los cuales leyó en público. Pero su mal era incurable, y conocían ese carácter la mayoría de los presentes, el 17 de diciembre último, en la botadura de la fundación. Paz abundó allí sobre el significado de la literatura en su vida, una ocupación por la que sacrificó las otras. "No tengo más remedio que confesarlo: soy escritor y la escritura representa mi vocación verdadera". México evocaba en el duelo la premonitaria cavilación del maestro: "Estoy presente en todas partes, y para ver mejor, para mejor arder, me apago".

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