Gran tercio de banderillas
Pablo Hermoso de Mendoza y Cagancho en el redondel. Cagancho debajo, como corresponde a caballo, Pablo Hermoso de Mendoza arriba, como corresponde a caballista. Los dos eran toreros y los dos ofrecieron un gran tercio de banderillas. Los dos eran toreros pero es evidente que uno hizo torero al otro. "Con Cagancho, así cualquiera", comentan algunos especialistas por desmerecer. Lo mismo dijeron de magníficos caballistas que montando caballos de excepcional doma convirtieron en arte el ejercicio del rejoneo. Para que el caballo sea torer han de serlo su jinete y quien lo domó.Y fue Pablo Hermoso de Mendoza quien obró el prodigio. Sólo quien se siente torero en el alma puede interpretar el toreo hasta elevarlo a la categoría de grandeza, tal cual hizo Pabló Hermoso de Mendoza, cabalgando al bellísimo Cagancho.
Bohórquez / Cuatro rejoneadores Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, discretos de presencia, dieron juego
Fermín Bohórquez: metisaca (petición, ovación y saludos). Luis Domecq: dos pinchazos, rejón caído, rueda de peones y, pie a tierra, descabello (silencio). Pablo Hermoso de Mendoza: rejón escandalosamente bajo (oreja). Antonio Domecq: pinchazo, metisaca y rueda de peones (palmas y saluda). Por colleras.- Bohórquez-Hermoso: metisaca a la media vuelta (aplausos y saludos). Hermanos Domecq: cinco pinchazos entre numerosas pasadas en falso, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Plaza de la Maestranza, 19 de abril. 2ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Las pasadas templadísimas por los terrenos de dentro y por los de fuera sin solución de continuidad, pusieron literalmente en pie al público de la Maestranza. Mas aún tuvieron mayor mérito los cites en corto, convertidos toro, caballo y jinete en estatuas; las valerosas entradas a la suerte por el pitón contrario; las reuniones al estribo; las clavazones perpendiculares y en lo alto; las salidas medidas, limpias y toreando.
¡Ay si el rejoneo fuera siempre así! ¡Ay si además se hiciera con los toros íntegros! Dejaría el rejoneo de ser número circense; a ese toreo adocenado que impera hoy lo mandaría al cuerno.
Arte torero desarrolló también Fermín Bohórquez en su primera intervención. Se le espigan los sombrerazos,los gritos, los braceos tremendistas para la galería y queda un toreo de alta escuela, que adquirió sus mejores momentos cuando ceñía las embestidas y las sorteaba con templanza cual si instrumentara medias verónicas. Los caballos, tan bien enseñados y montados por los jinetes lucían sus excepcionales condiciones para el arte de Marialba. No todo cuanto los jinetes obligaban a hacer a los caballos, sin embargo, tenía mucho que ver con el arte de torear. Por ejemplo, cuando les daban para que saludasen con la manita, o para que trotaran en círculo, o para que se echaran de rodillas, lo que provocaba el general alborozo.
Abusaron de esto los hermanos Domecq. Los hermanos Domecq se traían unos números que después de la magnífica actuación de Pablo Hermoso de Mendoza resultaban ridículos. Remedaban el baile flamenco girando juntos, en, alto la banderilla, y parecía que se iban a banderillear el uno al otro. Mejor estuvo Luis Domecq en su primer toro, en el transcurso de una faena muy sobria, segura, seria y torera. Empezó clavando un rejón en la paletilla del toro, pero como los malos principios son lo que quiere la rasa calé, todo lo demás le salió mejor. Antonio Domecq, en cambio, debía de tener obstruidos los canales de la inspiración y rejoneó vulgar.
Vinieron finalmente los turnos de las colleras y la grandeza del rejoneo quedó convertida en bajeza. Algo bueno habría dado uno para que se acabara en aquel memorable tercio de banderillas la mal llamada corrida de rejones. Algo bueno daría para que la mal llamada corrida de rejones fuera siempre así.
Babelia
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