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Nada puede igualar la versión irlandesa

Soledad Gallego-Díaz

"La infancia desgraciada irlandesa es peor que la infancia desgraciada corriente, y la infancia desgraciada irlandesa católicas peor todavía.(...)Nada puede compararse con la versión irlandesa: la pobreza; el padre, vago, locuaz y alcohólico; la madre, piadosa y derrotada, que gime junto al fuego; los sacerdotes, pomposos; los maestros de escuela, despóticos; los ingleses y las cosas tan terribles que nos hicieron durante 800 largos años. Sobre todo... estábamos siempre mojados". Los primeros párrafos de la autobiografía de Frank Mc Court (Las cenizas de Ángela) resumen el contenido de las 400 páginas siguientes: una terrorífica crónica de hambre, miseria y crueldad que adquiere toda su virulencia cuando el lector se da cuenta de que quien lo escribe está vivo, es decir que lo que relata sucedió no hace mucho.Probablemente, para un europeo que haya leído este libro (lleva vendidos más de 2 millones de ejemplares en todo el mundo) no existe mayor alegría que viajar hoy a la República de Irlanda: simplemente porque el país que retrató Mc Court se acabó. No existe miseria, ni ignorancia ni crueldad institucionalizadas. El cambio que ha experimentado Irlanda en los últimos 30 años ha sido maravilloso: el ritmo de crecimiento del PIB (a precios de mercado 1990) fue del 4,7% en la década 1970-1980; 3,6% entre 1980 y 1990 y cerca del 5% en los 90 (casi un 7% en 1996). Es decir Irlanda lleva creciendo por encima de los otros países de Europa, incluido España, desde hace casi 30 años, casi desde el mismo momento en que ingresó en la entonces llamada CEE (1972). Todo ello, al mismo tiempo que su población pasaba de 2,9 a 3,5 millones de habitantes (un incremento aproximado del 21%).

¿Habrán influido estos datos económicos en el proceso de paz en Irlanda del Norte? ¿Habrá influido el declive del Ulster y el enriquecimiento de Dublín en que los protestantes-unionistas de Irlanda del Norte comprendieran que el enfrentamiento les iba haciendo menos ricos? ¿En que los católicos-republicanos del Ulster comprendieran que mientras durara ese enfrentamiento armado tendrían menos oportunidades que sus vecinos del Sur?

Si fuera así, algo del reconocimiento que merecen Tony Blair, Betie Ahern, Gerry Adams y David Trimble debería ser desviado al conjunto de la Unión Europea, que ha apoyado las políticas de solidaridad gracias a las cuales Irlanda ha llegado a tener un nivel de prosperidad económica impensable no sólo hace 30 años sino, incluso, diez.

Irlanda disponía en 1973 de una renta per capita de sólo el 63% de la media europea, mientras que la del Reino Unidos en su conjunto superaba el 102%, y la del Ulster se quedaba en un 75%. Casi quince anos después, y gracias a esa solidaridad europea, Irlanda ha llegado a superar los ingresos medios de los europeos (un 103% en 1997), mientras que los del conjunto del Reino Unido se veían reducidos hasta un 98%. (La renta per capita española no llega al 90%). La ayuda económica a Irlanda ha hecho que los irlandeses adquieran confianza frente a Gran Bretaña. Y la participación en la UE ha hecho que los británicos piensen que si pueden compartir la soberanía con otros catorce países no hay razón para no compartirla con uno sólo de ellos.

Más que un ejemplo para España, Irlanda es el espejo en el que se miran muchos de los países ahora candidatos a ingresar en la UE: el éxito más evidente y alegre de la política europea. Un éxito europeo que será rotundo si, además, culmina en la paz en el Ulster. Sin que ello quite mérito a los propios norirlandeses, capaces de sacar consecuencias de la realidad. No como aquel general decimonónico español del que se afirma que, en su lecho de muerte, dijo a su confesor: "No puedo perdonar a mis enemigos porque los he matado a todos".

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